Bicentenario,
por Cristina Bitar.
Sin duda hemos empezado un año cargado de símbolos y de esperanzas para millones de chilenos. Doscientos años de vida independiente invitan a mirar lo que hemos logrado como país, después de atravesar momentos en que parecía que Chile se hundía en el despeñadero de la división, una vez, a fines del siglo XIX, y otra, en la segunda mitad del siglo pasado. Crisis económicas que parecieron hundirnos en el subdesarrollo para siempre, conflictos con nuestros vecinos, así como momentos de triunfos que nos hicieron sentir que nuestra vocación de país líder en el continente sudamericano podía realizarse.
Una vez más, como en el centenario, parece que estamos a las puertas de desarrollo y, con él, del despegue definitivo. Esta puede ser la generación que lo logre. Por ello, los chilenos quieren cambios y lo han comprendido bien las principales candidaturas presidenciales. Aun la de Eduardo Frei ofrece cambios y propone dejar atrás los vicios que han llegado a la Concertación después de veinte años en el poder. Parece que se percibe por todos que esta vez no podemos perder la oportunidad, y que en los últimos años hemos perdido el rumbo en lo que es fundamental: alcanzar el desarrollo. Ello requiere dar pasos que avancen significativamente en tareas fundamentales que tenemos pendientes. Educación, seguridad y reformas microeconómicas que permitan el desarrollo de la pequeña y mediana empresa.
Con eso sueñan los chilenos hoy. Ese es el cambio que esperan en este Bicentenario: que nos transformemos de verdad en un país de emprendedores, un país con 17 millones de personas capaces de crear riqueza, con una educación que los prepare para un mundo competitivo y con un sistema de justicia que nos permita vivir seguros. Los últimos 20 años hemos dado un salto gigantesco, afianzamos nuestra democracia y consolidamos un sistema económico capaz de generar riqueza como ningún otro en la historia y ahora, en los últimos cuatro años, la Presidenta Bachelet le ha dado un impulso enorme a un sistema de protección social que debe mantenerse y profundizarse. Bien por todo lo hecho, pero es hora de soñar en grande, es hora de que lo que hemos hecho sea sólo el trampolín desde donde demos el salto mayor.
Las personas miran 2010 con esperanza. Los chilenos estamos orgullosos de lo que hemos hecho, pero hoy las discusiones son distintas a las de hace 20 o 30 años. Ya no es dictadura o democracia, ya no es ricos versus pobres. En muchos de estos temas hay acuerdos inmensamente mayoritarios; hoy el debate es qué tipo de sociedad desarrollada queremos ser. Una en la que priman las libertades individuales, pero no el individualismo; una en la que opera el mercado, pero no el mercantilismo; una en que el Estado me apoya, pero no decide por mí. Creo que la Concertación perderá esta elección presidencial porque no ha sabido interpretar estos desafíos; se ha quedado pegada en el pasado. Es curioso, porque si algo hizo bien antes, fue leer correctamente los sueños y aspiraciones de la gente.
La Concertación lo ha hecho bien en el gobierno. Sumando y restando, estos 20 años han sido positivos, pero su ciclo parece haberse agotado. La Alianza ha sido una buena oposición y ahora ambos tienen el desafío de demostrarles a los chilenos que son sectores políticos maduros, unos para asumir las tareas de gobierno y los otros para asumir las difíciles tareas de la oposición. Para ninguno de los dos será fácil, pero, a fin de cuentas, no se cumplen cien años más a cada rato, y si el Bicentenario no es el momento de emprender tareas grandes, entonces ¿cuándo?
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