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viernes, 8 de enero de 2010

Siglo 21: El hipercambio, por Sergio Melnick.


Siglo 21: El hipercambio,

Por Sergio Melnick

Casi sin darnos cuenta nos hemos “consumido” ya una década del siglo 21, en que habrá fenomenales cambios para la humanidad. La tónica general es clara: lentamente nos fusionamos con la tecnología, nos guste o no. Antes sólo acarreábamos el reloj en la pulsera. Siga un poco su vida diaria, y verá que prácticamente cada paso está asociado a alguna forma de máquina o tecnología. Hoy llevamos el teléfono, que agrupa en sí cada vez más funciones fundamentales. No es lejano el momento en que será nuestro carnet de identidad, el principal medio de pago, y una herramienta de trabajo indispensable.

Pasamos cada vez más tiempo “atrapados” por el computador, y funcionamos a velocidad de e-mail y twitter. Nos movemos a un fenómeno que hoy se llama la hiperconectividad. El GPS nos hace ubicables en donde estemos. Las cámaras de seguridad están por todos lados. La privacidad está en retirada. Este fenómeno se potencia con el advenimiento de lo que se llama la “realidad aumentada”, en que estos aparatos captarán información de lo que estemos viendo. Hace muy pocas décadas funcionábamos a velocidad de cartas escritas a mano.

No es trivial una humanidad de 7.000 millones de seres, con estándares de consumo inimaginables hace un siglo. Las personas ya están naciendo con expectativas de vida de 100 años o más. La globalización es un dato, no una opción. La pregunta es cómo. Dependemos de la tecnología para nuestra supervivencia como civilización, eso es delicado. No sólo eso: es necesario que siga evolucionando y cada vez más rápido. Matrix parece cada vez más cerca.

Por todo esto es que la TV manda la “cultura”, pues hablamos de enormes masas de personas que deben ser informadas, y especialmente entretenidas. El creciente fenómeno gay está para quedarse y ampliarse, en una sociedad que va al estancamiento de la población mundial hacia el 2050, y en que la reproducción será cada vez más tecnológica. Ya no nos asombramos de que seres humanos sean concebidos fuera del útero materno, entonces ¿por qué habría de sorprendernos que sigan en úteros artificiales más adelante? Eso viene, más allá de nuestras preferencias. Hoy hay cientos de miles de seres humanos ya concebidos, congelados, esperando su oportunidad de nacer. Lo que vendrá producto de la biotecnología es simplemente asombroso, quizás horroroso.

El matrimonio y la familia como institución fundamental de la sociedad se están redefiniendo, y eso es inevitable. No es que yo lo esté promoviendo, sino al contrario, simplemente lo estoy relatando, quizá denunciando.

Podemos hoy traspasar órganos de unos seres a otros, y habrá muchos más órganos artificiales. La nanotecnología está revolucionando nuestra relación con la materia. Estas pequeñas máquinas serán capaces incluso de navegar dentro del cerebro humano. La inteligencia artificial viene de manera acelerada. La internet ha abierto la puerta al ciberespacio, una nueva forma de “realidad”. Ahí se está configurando una especie de nueva “mente tecnológica colectiva”, donde estarán todos los datos, la información y el conocimiento acumulado hasta aquí por la civilización. Ya somos dependientes de ella y será la clave del éxito en la sociedad futura. Pero la verdadera “mente” era más bien espiritual, hacia adentro de nosotros. Esta otra está hacia afuera, y hacia allá vamos, y nos olvidaremos de la verdadera.

Hago esta introducción, porque ése es el verdadero tenor del siglo 21, parte importante de los desafíos del país y en particular de los nuevos gobernantes. Lo primero claro son los enormes temas valóricos detrás de esto, totalmente ausentes del debate público nacional. Lo segundo, el tenor de este siglo supera con creces los limitados ejes de izquierda-derecha y mercado versus Estado. Llegó el tiempo de enfrentar entre todos estos desafíos, en nuevos esquemas de colaboración público-privada. Hay que inventarlos, no ideologizarlos.

Es evidente que la navegación exitosa por este siglo depende de nuestras competencias científicas y tecnológicas. Ese es el eje. No podemos seguir con el magro 0,7% del PIB dedicado a esta área. El desafío educacional es enorme, y no tiene nada que ver con la dialéctica privado-pública. Necesitamos más universidades y centros tecnológicos. Necesitamos cultivar las redes de conocimiento mundial. Debemos pasar a la gestión del conocimiento, no a su acumulación. Se requiere una auténtica revolución en educación, no la LGE.

En fin, mientras la política chilena siga en su mediocridad actual, nada de esto estará en las prioridades del debate. Hoy es tiempo de mirar al futuro.