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sábado, 30 de mayo de 2009

Una tragicomedia vergonzosa.


Una tragicomedia vergonzosa.

Desde todos los sectores de nuestra política se trata de escabullir el bulto de las responsabilidades del quiebre institucional producido el año 1973 y se intenta culpar a otros por los costos sociales que se debió pagar para evitar la guerra civil y masacre que pretendían crear los izquierdistas de Allende.


Nadie parece saber lo que sucedió, a todos parece afectarles un agudo ataque de amnesia, mayoritariamente tratan de hacer un análisis muy pragmático de los sucesos tratando de allegar agua a sus personales ambiciones personales, aunque sea a costa de hipotecar los valores que han dicho defender.


Lo primero que es necesario establecer es que el país quedo destruido social, moral, institucional y económicamente luego del experimento de la unidad popular que llenó al país de odiosidades y formando grupos armados para provocar el enfrentamiento entre los chilenos.


Sin duda la reconstrucción del país fue difícil, sobre todo porque estábamos bajo el ataque del terrorismo internacional y una feroz campaña en el exterior, que prolongó innecesariamente el proceso e implicó una guerra subterránea por todos conocida.


Hoy todos tratan de mirar para el lado, los unos no reconociendo haber destruido el país y provocado un golpe de Estado con sus constantes trasgresiones a la Ley y la Constitución, los otros haciéndose los lesos señalando que no sabían lo que pasaba.


Como resultado final tenemos que los que victimizaron al pueblo, con el hambre y la ruptura de la convivencia, tratan de presentarse como victimas en pos de sostenerse en el poder político y de seguir explotando económicamente a los chilenos cobrando “reparaciones” que consideramos improcedentes.


La cuenta de la fiesta la están pagando un grupo de uniformados, que debieron enfrentar al terrorismo con los elementos que tenían a su alcance, sometidos a procesos falsarios y condenados por Jueces prevaricadores, sometidos a las mazmorras creadas por la concertación.


El corolario “curioso” de esta tragicomedia es que los que vociferan en defensa de los Derechos Humanos niegan a estos presos políticos todos sus derechos, transformándose, voluntariamente en sus afanes de venganza, en los pisoteadores de esos derechos que dicen defender.

Los que defendieron la tranquilidad de la ciudadanía han sido transformados en “monstruos”, mientras quienes agredieron al pueblo con sus intentos revolucionarios y cobardes ataques terroristas son “deificados”, convirtiéndolos en víctimas de un "sistema genocida".


Ante esta verdadera caricatura de nuestra historia el genial caricaturista que inmortalizo a “Condorito”, nos referimos a Pepo, no tendría más que exigir una explicación de esta mañosa falsificación de los sucesos de nuestra historia reciente.