(Cuidado con sujetos como este)
Ganar perdiendo.
Una de las lecciones que nos deja la Historia es que hay oportunidades en las que se “gana” perdiendo al apoyar en los procesos electorales no a quienes nos representan sino que a aquellos que son menos diversos que los otros, un caso patente es el apoyo que la derecha le dio a Frei Montalva y que le llevó a la Presidencia de la Republica.
Los radicales, los conservadores y los liberales postulaban a Julio Duran Neumann, ante la derrota en elecciones complementarias en Curicó, conocida como “naranjazo”, en que el hijo del Parlamentario socialista fallecido obtuvo el cargo, la derecha se apresuro a desahuciar el Frente Democrático y sin condiciones apoyó a Frei.
Sin duda con Frei ganaron el proceso electoral de 1964, pero perdieron, y casi desaparecieron, al instalar un Gobierno que era de valores distintos, que exacerbó la lucha de clases y que en su ineptitud pavimentó el camino a la llegada de ese comunismo al que decían abominar, marcando a la triste figura de Frei como el Kerensky chileno.
La teoría del mal menor les jugó una mala pasada e inconcientemente instauraron en Chile un proceso rupturista y de odiosidades que el pueblo ha pagado al altísimo precio de una unidad popular que destrozó el país y lo llenó de bandas armadas que pretendieron establecer la dictadura del proletariado, para después pagar los costos de una dura reconstrucción.
La soberbia de la centro derecha de hoy parece no haber aprendido la lección, se han ensimismado en posiciones cómodas y ciertamente bastante cobardes, han abdicado de su historia y cedido en casi todos los aspectos valóricos, negándose a relevos generacionales que son indispensables ante una ciudadanía cansada de las mismas caras.
Si la oposición quiere ganar, tanto en las elecciones Presidenciales como en las Parlamentarias, tiene la obligación de ceder espacios a grupos importantes, que han sido absurdamente postergados por considerar que son votos incondicionales por la falta de alternativa, y no arriesgarse a la aparición de candidatos independientes que pueden hacer que se pierdan sus posibilidades.
La Alianza tiene que ampliar su base, no como lo está haciendo que provoca escozor inclusive dentro de su militancia, y ponerse a sumar en vez de a restar, hoy los electores, que tienen alternativas, pueden castigar las posiciones anodinas e implicarles un resultado “inesperado” que puede ser desastroso para sus pretensiones.
Nosotros creemos que no tienen voluntad de triunfo, con la sola excepción de Piñera que si quiere ganar, que se han achanchado en la comodidad de una oposición remolona, que abdica de sus deberes de fiscalización y es funcional a Gobiernos que se han caracterizado por la corruptela y la ineptitud.
El cambio tiene que ser ahora, no vaya a ser que la noche del 13 de Diciembre deban llorar por derrotas que pudieron evitar y que son plenamente previsibles por el desencanto de las bases que sienten que se han alejado de los valores fundacionales y del abandono de posiciones que debieran ser inclaudicables.
Ganar perdiendo.
Una de las lecciones que nos deja la Historia es que hay oportunidades en las que se “gana” perdiendo al apoyar en los procesos electorales no a quienes nos representan sino que a aquellos que son menos diversos que los otros, un caso patente es el apoyo que la derecha le dio a Frei Montalva y que le llevó a la Presidencia de la Republica.
Los radicales, los conservadores y los liberales postulaban a Julio Duran Neumann, ante la derrota en elecciones complementarias en Curicó, conocida como “naranjazo”, en que el hijo del Parlamentario socialista fallecido obtuvo el cargo, la derecha se apresuro a desahuciar el Frente Democrático y sin condiciones apoyó a Frei.
Sin duda con Frei ganaron el proceso electoral de 1964, pero perdieron, y casi desaparecieron, al instalar un Gobierno que era de valores distintos, que exacerbó la lucha de clases y que en su ineptitud pavimentó el camino a la llegada de ese comunismo al que decían abominar, marcando a la triste figura de Frei como el Kerensky chileno.
La teoría del mal menor les jugó una mala pasada e inconcientemente instauraron en Chile un proceso rupturista y de odiosidades que el pueblo ha pagado al altísimo precio de una unidad popular que destrozó el país y lo llenó de bandas armadas que pretendieron establecer la dictadura del proletariado, para después pagar los costos de una dura reconstrucción.
La soberbia de la centro derecha de hoy parece no haber aprendido la lección, se han ensimismado en posiciones cómodas y ciertamente bastante cobardes, han abdicado de su historia y cedido en casi todos los aspectos valóricos, negándose a relevos generacionales que son indispensables ante una ciudadanía cansada de las mismas caras.
Si la oposición quiere ganar, tanto en las elecciones Presidenciales como en las Parlamentarias, tiene la obligación de ceder espacios a grupos importantes, que han sido absurdamente postergados por considerar que son votos incondicionales por la falta de alternativa, y no arriesgarse a la aparición de candidatos independientes que pueden hacer que se pierdan sus posibilidades.
La Alianza tiene que ampliar su base, no como lo está haciendo que provoca escozor inclusive dentro de su militancia, y ponerse a sumar en vez de a restar, hoy los electores, que tienen alternativas, pueden castigar las posiciones anodinas e implicarles un resultado “inesperado” que puede ser desastroso para sus pretensiones.
Nosotros creemos que no tienen voluntad de triunfo, con la sola excepción de Piñera que si quiere ganar, que se han achanchado en la comodidad de una oposición remolona, que abdica de sus deberes de fiscalización y es funcional a Gobiernos que se han caracterizado por la corruptela y la ineptitud.
El cambio tiene que ser ahora, no vaya a ser que la noche del 13 de Diciembre deban llorar por derrotas que pudieron evitar y que son plenamente previsibles por el desencanto de las bases que sienten que se han alejado de los valores fundacionales y del abandono de posiciones que debieran ser inclaudicables.