¿Qué tienen en común Marco y Flores?
por Sergio Melnick.
A pesar de que a Lagos le aburre la política chilena, nada hay más interesante que este nuevo eje político Enríquez-Ominami con Flores. Salvo la edad, y la masa corporal, estos dos personajes tienen mucho en común. Por de pronto, ambos están orgullosos de ser de izquierda, ambos celebran la memoria de Allende, les interesa la tecnología, dicen de verdad lo que piensan, son díscolos para los estándares nacionales, son parlamentarios activos, tienen amigos transversales, son o han sido empresarios (es decir, saben lo que es el IVA y las malas leyes laborales). Pero tienen otra gran cosa en común, lejos lo más importante: están más preocupados de cambiar el futuro que del pasado. Miran hacia adelante con optimismo y sin resentimiento.
Después de 8 caídos ya en batalla presidencial (Longueira, Lagos, Insulza, Gómez, Farkas, Bitar, Alvear y Trivelli), hoy aún tenemos 5 ½ candidatos en carrera, incluyendo a Jiles. Sería novedoso verla entrar desnuda a La Moneda como ha prometido. Arrate simplemente huele a naftalina, pegado en 40 años atrás. Navarro sueña con la penosa revolución bolivariana de Chávez, y probablemente se beneficia de los recursos del petróleo. Ambos siguen con el odioso discurso antiamericano del siglo pasado, con la lógica del malvado imperio explotador. Navarro, Teillier y Arrate, y un par más de retrógrados aún alaban a Castro y a una historia de dictadores que han matado cientos de millones de personas.
Después tenemos a Zaldívar, una oda a la indefinición. Parapetado bajo el resbaloso eslogan de “cambiar el modelo”, nunca ha explicado realmente qué propone. Ataca y ningunea sin piedad a Frei y a Piñera. Al final del día, deberá entenderse con alguno de ellos o desaparecer de la historia. En un punto sí tiene razón: la DC se ha ido corriendo a la izquierda, perdiendo toda su identidad “cristiana”, al punto de apoyar hoy una alianza con el PC, adversarios implacables de toda su historia. La misma izquierda que declaró la fe como el opio de los pueblos, y aun así no la logró nunca matar. No por nada Frei apoyó el golpe.
Pero Frei no prende, y no parece entender lo que le está sucediendo. Al tsunami Enríquez lo ignora como si no existiera. La Concertación está muy mal. La izquierda, más menos algunas excepciones, simplemente no tolera a Frei. El Partido Radical detesta a la DC, y está mal con Escalona. En la DC también tiene serios detractores y eso sí que lo sabe bien. Es efectivo que el Frei de hoy es más asertivo, experimentado y claro que en el tiempo de su gobierno, pero es muy difícil que pueda convencernos de ser una verdadera renovación para el país. Su primaria no fue muy convincente. Con todo, tiene un punto muy inteligente al plantearse como un puente entre generaciones. La renovación, efectivamente, no es sólo un tema de fecha de nacimiento, sino de actitudes.
Piñera, por su parte, repite sus guiones como en una obra de teatro. Yo prefiero un Sebastián que se levante un poco más tarde y que abrace de corazón a las personas, que muestre grandes obras de caridad, que sepa bien la diferencia entre oír y escuchar, que imite lo mejor de Farkas, y que con orgullo muestre su fenomenal capacidad de emprendimiento y gestión.
Por todo ello es que tanto los Enríquez-Ominami como los Flores son valiosos y necesarios de tanto en tanto. Son ejemplos de valor, de semillas de cambio, de mirada al futuro más que al pasado, de ampliar los abanicos, de buscar nuevas relaciones y confianzas entre los chilenos; en fin, de esperanza. Por lo demás, Longueira y Lavín fueron los pioneros e hicieron cosas parecidas en la otra dirección. Veinte años sin alternancia en el poder agotan a las personas y anquilosan a los países. La Concertación confunde adversarios con enemigos. Escuchamos con tanta frecuencia a sus personeros decir que hay que “impedir que la derecha llegue al gobierno”, como si fuera un pecado capital. Tampoco es un drama ni nada cercano si Frei gana otro período; de todas maneras, lo hará mejor que su primera vez.
Ambos personajes de esta historia golpean desde el corazón a la Concertación, como también lo hacen, aunque de otra manera, Arrate, Navarro, Zaldívar, Jiles, Schaulsohn, Hirsch, Mulet, Sepúlveda, humanistas cristianos, y tantos otros, que alguna vez fueron sus partidarios fervorosos. La Concertación sin duda hizo un gran aporte al país, que no se debe desconocer, pero lo mejor de ella ya está atrás, no en el futuro.