Con una asombrosa imperturbabilidad, sea por cobardía o por desidia, hemos sido testigos de la manera grotesca con que se ha falsificado la realidad vivida por nuestro país en el periodo comprendido entre los años 70 y los 90.
Con un silencio cómplice hemos visto como esta descontextualización de la realidad ha llevado a presidio a centenares de personas que solo cumplieron con su deber de proteger a la Nación y a la ciudadanía.
Con ingratitud hemos olvidado a quienes dieron su vida para asegurar nuestra tranquilidad, a quienes resultaron heridos o mutilados para garantizarnos las libertades y a aquellos que lucharon por reconstruir el país.
Con una apatía inconmensurable hemos permitido que se “repare” a los que destruyeron el país y hemos condenado, sin darles siquiera un juicio justo, a quienes debieron esforzarse por reconstruirlo
Actuando con una displicencia espantosa hemos aceptado que los dineros del pueblo, la caja Fiscal, sea asaltada por quienes se ofrecieron para administrar el país y cuyo resultado ha sido la pauperización de las clases medias.
Sin una muestra de solidaridad hemos permanecido en un ominoso silencio hemos aceptado que los políticos se arreglen los bigotes, mientras la mayoría de la ciudadanía escasamente sobrevive con remuneraciones miserables.
Displicentemente hemos aceptado que la corrupción se apodere del Estado y que la delincuencia nos tenga arrinconados tras las rejas de nuestras casas mientras ellos se enseñorean de los espacios públicos.
Con una insensibilidad espantosa hemos visto como se dilapida el esfuerzo nacional, como se deteriora la educación, como la salud es un derecho inexistente o como nuestros viejos son abandonados a la miseria.
Con un desequilibrio excepcional hemos permitido que unos pocos se farreen el “sueldo de Chile” para vernos, en poco tiempo más, llamados a pagar la inmensa farra que solo ellos se han pegado.
Los más humildes son humillados por los gobernantes, sus necesidades imperiosas de subsistencia utilizadas como elementos políticos para obtener poder, nuestras pegas se han evaporado dejándonos sin posibilidades.
Ha los Jóvenes se les ha hipotecado el futuro y se les han expropiado sus sueños, dejándoles sin presente y con incertidumbres atroces sobre lo que les depara un porvenir lleno de inseguridades.
Creemos que es hora de REACCIONAR, que es hora de RENOVARSE, que es hora que recuperemos el manejo de nuestro porvenir produciendo un CAMBIO que cada vez es más necesario.