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jueves, 20 de noviembre de 2008

Debate del Presupuesto Nacional.

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“Culturalmente” ha sido de enorme utilidad escuchar las sesiones en que la Cámara de Diputados discutía la Ley del Presupuesto Nacional, donde quedaron en evidencia algunas situaciones que conviene tener en cuenta, sobre todo ahora que nos veremos enfrentados a elecciones Presidenciales y Parlamentarias.

Hemos visto a una oposición propositiva, que a la vez hace esfuerzos inmensos por rebajar los gastos inútiles de la administración o al menos darles transparencia, y que plantea, en casi todos los ítems, la necesidad que las Autoridades rindan cuenta cada cierta cantidad de meses.

Por el otro lado, la respuesta ha sido el anverso de la medalla, todos sus planteamientos son para mantener la discrecionalidad de los gastos, por permitir gastos superfluos e insolentemente tratar de politizar todos los temas tratados contaminándolos con los próximos Comicios presidenciales.

Creemos que esta diferencia de accionar está motivada por un lado por una ideologización profunda de la Concertación en cada glosa discutida, pero por el otro en la necesidad de asegurarse los recursos necesarios que les permitan su acostumbrada intervención electoral con los caudales públicos.

En esta profunda diferenciación han influido los Diputados Egaña, Dittborn y otros de la oposición, incluidos los independientes, que sin duda han buscado mejorar los servicios, eliminar las glosas inútiles, recortar los gastos mal utilizables y normar conductas de administración eficientes.

El la vereda del frente es notoria la odiosidad que ponen en sus argumentaciones casi todos los “representantes” del oficialismo, pero destacan, por la mala fé de sus argumentos los Diputados Carlos Montes, Antonieta Saa, Jorge Burgos, Guillermo Ceroni y Marcelo Díaz.

No dudamos que los primeros tienen una actitud constructiva porque saben que ganaran el próximo Gobierno, los otros mantienen una condición de odiosidades y rencores que sin duda están motivadas porque han perdido las mayorías que les permitían actuar a su antojo, aprobando cualesquier cosa.

Sin duda el Parlamento está dejando de ser el “templo” de la democracia para convertirse en la tribuna de un desagradable populismo, que veremos acrecentarse de manera importante en la medida en que constaten que la ciudadanía ha dejado de creer en los embustes que les han llevado a esas bancas.

Sin duda alguna queremos un Congreso en el que exista una discusión de ideas, no la repetición automática de las consignas que les impone el partido, donde de manera “racional” se analice los problemas y se busquen las soluciones que el pueblo chileno necesita con urgencia.

Iniciamos esto nota con la expresión “cultural”, porque después de tanto eslogan vació y acusaciones inconducentes hemos llegado a comprender que una parte importante de la ciudadanía se sienta desilusionada de la actividad pública, comprendiendo, incluso, que huyan de ella por su baja monta.