Los más humildes han sido muchas veces convocados a pagar las cuentas que dejan Gobiernos incapaces o a recomponer los daños que dejan algunos en aventuras de enloquecidos, que generalmente terminan en verdaderas tragedias griegas y dejando una estela de dolores y sufrimientos impresionantes.
Tenemos un ejemplo muy cercano, Allende convenció a parte del electorado que podía hacer una revolución democrática, en la que se respetaran las Leyes, la Constitución y los derechos de la ciudadanía, para acceder al poder firmaron un pacto de Garantías Constitucionales y la DC los apoyó en el Congreso.
Como el pacto de Garantía era solo un asunto “estratégico”, dijo Allende, y la mayoría de la ciudadanía la definía como un “dique de papel”, al iniciarse los intentos totalitarios allendistas comenzaron a haber reacciones defensivas de la institucionalidad y de nuestras amagadas libertades.
Al izquierdismo le ha interesado “leer” la voluntad popular solo mientras son candidatos, nunca han escuchado las necesidades reales de la gente una vez que se han apoderado del poder. Allí solo intentan imponer sus odiosas doctrinas y avanzar a la Dictadura del Proletariado.
Fue tal la odiosidad que sembraron, tantas la ilegalidades que cometieron, tan inmensos los atropellos a las leyes y a la gente, que las dueñas de casa, que además no tenían que comer, ollas en ristre salieron a protestar a las calles dándole al régimen un concierto de cacerolas que ellos no quisieron escuchar.
Los trabajadores, los comerciantes, los transportistas, los estudiantes, las dueñas de casa, los industriales, los sindicatos, los profesionales también comenzaron a protestar y a exigir que se respetara la Constitución y las Leyes, sin obtener ninguna respuesta positiva del ejecutivo.
La gente exasperada con una inflación galopante, una inmensa falta de alimentos esenciales, comenzó a golpear las “puertas” de los Cuarteles, para pedir primero y al ver que no se definían, exigir de las Fuerzas Armadas y de Orden la restauración legal, social, política y económica del país.
Piense en cuantos sufrimientos nos habríamos evitado si fuese sancionado el mentir o el prometer en falso en las campañas, cuantos dolores habríamos dejado de tener, o cuantos esfuerzos no hubiesen sido necesarios para reconstruir el daños que provocaron con su ceguera, obstinación y calentura cerebral.
El pueblo ha debido de hacerse cargo de la cuenta de allende, soportando sus tres años, y después debiendo pagar, con los Militares, los costos de la necesaria y completa reconstrucción Nacional. Después que se fueron los “milicos” seguimos pagando cuentas de los mismos ineptos de siempre.