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jueves, 17 de noviembre de 2011

Segmentación y discriminación: nuevas hidras, por Gonzalo Rojas Sánchez.





Segmentación y discriminación: nuevas hidras,
por Gonzalo Rojas Sánchez.



Segmentación: desde hace unos meses, palabra maldita.


Discriminación: dentro de poco -cuando se promulgue la nueva ley- palabra proscrita, delictual.


Ésta es la impresión con la que se están quedando casi todos los chilenos. Si eso se consolida, será una nueva derrota para la verdad, un triunfo más para los malabaristas de la semántica.


Pero, como en tantas cosas, la realidad se encargará de mostrarle a cada compatriota que existen los segmentos, que ellos son propios de las diferencias accidentales de nuestra naturaleza, que los buscamos para nosotros mismos y que los promovemos como fórmulas de justicia para los demás.


Darle a cada uno lo suyo -reconocerlo en sus particularidades, ayudarlo en su situación actual- es la definición de la justicia.

Justamente porque existen los segmentos se puede colaborar para que los demás cambien de posición, mejoren. Y justamente porque existen los segmentos, cada chileno busca subir, cambiar de nivel, alcanzar una nueva meta.


Por eso, si no se reconoce a cada próximo segmento como una posición legítima a la que aspirar, malditos serán la movilidad y el mérito, y bienvenido será el estancamiento de todos, borregos al fin bajo la conducción de la oligarquía socialista, el único segmento que se validará como bueno. Ya lo conocemos: en la historia reciente se llamó nomenklatura.


El problema es que si lo ha dicho la OCDE -esa nueva divinidad cuyas escrituras son de libre interpretación-, entonces listo, asunto terminado, dogma establecido: en Chile hay segmentación y eso es malo.


¿Malo? ¿A qué aspira el joven matrimonio de doble jornada laboral? A ganar más, para cambiar a su hijo mayor de ocho años a un colegio de mejor nivel. ¿Y qué buscan los 12 mil alumnos que abandonarán universidades del Consejo de Rectores para cambiarse a otras del mismo sistema o para matricularse en las que no lo integran? Cambiar de segmento educacional, justamente para obtener calidad y seguridad.


En la normalidad o en períodos de caos, así nos movemos, de segmento en segmento, buscando lo mejor. Vaya pecado.


También la vida diaria mostrará en múltiples facetas que "seleccionar excluyendo" -así se define discriminación- es un comportamiento normal, que habitualmente no sólo no tiene nada de malo, sino que es decisivo para el mejoramiento de las personas, de las instituciones, de la vida social. A veces puede ser injusto, pero casi siempre es correcto.


Los mismos senadores que votaron a favor del proyecto seleccionan a sus asesores por orientación política; y sus partidos escogen a sus candidatos por trayectoria y eficacia electoral; y los órganos del Estado, a sus funcionarios por competencias; y los profesores que asesoraron a los senadores, seleccionan a sus ayudantes por condiciones; y a sus pares en la cátedra, por currículo; y las psicólogas, a los posibles gerentes por estabilidad emocional y honradez; y los militares escogen a sus postulantes por condiciones de mando y, no sigamos, hasta los electores seleccionamos a los legisladores, excluyendo a los otros candidatos.


¿Arbitrariedad? No, en principio no. Pero como el derecho internacional busca instalar la noción de discriminación como esencialmente arbitraria, terminará siendo necesario probar la bondad de toda selección excluyente. Ahí está la victoria del lobby de las minorías, y no deja de ser paradójico: buscan evitar toda forma de discriminación, independientemente de la justicia, justamente para consolidarse cada una de ellas en su condición de segmentos legítimos.

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