Memorias de monseñor,
por Roberto Ampuero.
No abunda en Chile la escritura de memorias. Tampoco la lectura de ellas. A diferencia de lo que ocurre en Alemania o Estados Unidos, pocos se animan aquí a publicar el relato de su existencia y pocos se interesan en leer narraciones semejantes. El vértigo de la modernidad y la presión de las redes sociales nos obligan cada vez más a concentrarnos en un presente que exige respuestas inmediatas y se insinúa como única experiencia disponible. Así como nuestras frases se simplifican para conquistar audiencias o calzar en pantallas electrónicas, así se esquematiza la reflexión sobre el pasado. El pasado ya no cuenta. Todo comienza ahora. Escribimos la primera página de un primer tomo. Somos Cristóbal Colón: la historia comienza con nuestro arribo. Y si se mira hacia atrás es para justificar convicciones actuales, no para indagar, dudar, cuestionar o aprender. Eludimos la historia, pues nos recuerda cuán difícil es manejar la tensión entre tradición y renovación, entre continuidad y ruptura. Eludiendo la mirada retrospectiva, uno es infalible: puede afirmar que siempre ha pensado tal como piensa, que no cambió ni rectificó con los años, que la razón le asiste desde la cuna.
Traigo esto a colación tras leer "Un obispo en tiempos de cambio", magnífico libro en que los académicos de la Universidad Finis Terrae Álvaro Góngora y Marcela Aguilar conversan con monseñor Bernardino Piñera, quien, con 96 años, ha sido testigo privilegiado de la historia. El ex presidente de la Conferencia Episcopal, reconocido por su labor pastoral en sectores populares, vive hoy en el hogar de acogida de las Hermanitas de los Pobres, de calle San Pablo, en Santiago. Varios aspectos destacan en el libro. De partida: la modestia con que el religioso examina el devenir histórico en momentos en que muchos se pasean portando bajo el brazo pócimas para todos los males del planeta. También es notable su idea de que, como Chile ya no es fundamentalmente católico, la Iglesia debería "hacer un gran esfuerzo de renovación de sus planteamientos, de su lenguaje, para ser oída y respetada en el mundo de hoy". El religioso estima que tal vez no es del todo negativo que la Iglesia Católica tenga hoy menos relevancia: "Quizás, la Iglesia tenía una influencia que no era la que le correspondía, a lo mejor hay que evitar que la Iglesia influencie en los que no son de la Iglesia porque le toman antipatía".
Nacido y criado en París, a monseñor lo impactó negativamente la inequidad social que halló al arribar a Chile como adolescente. Esa experiencia y el mensaje social del sacerdote Manuel Larraín, del Papa Juan XXIII y Alberto Hurtado lo convirtieron en pastor orientado a la comunidad eclesial de base. Su formación como médico y luego como seminarista le permitieron, además, abordar la relación entre ciencia y fe, examinar el desconocimiento mutuo entre el mundo católico y agnóstico, y promover la tolerancia y comprensión entre ambos. Piñera estima que aún laten demasiados prejuicios mutuos para instalar una colaboración intensa en beneficio del país, y recuerda que tanto la teología de la liberación como la defensa de los derechos humanos bajo el régimen militar contribuyeron a que la Iglesia, que debe ser capaz siempre de mediar, y los partidos de izquierda se encontrasen en el ámbito obrero, campesino y popular. La fuerza del libro radica en que no es una historia oficial, sino una versión fresca y personal del Chile de las últimas nueve décadas, una que emana de haber experimentado en carne propia etapas cruciales desde una perspectiva única. La conversación profunda, donde no siempre campean certezas, está salpicada de humor e inéditas observaciones sobre líderes políticos, entre ellos Eduardo Frei padre, Salvador Allende y Augusto Pinochet, así como de los mandatarios post 1990. Es un gran testimonio para mejor comprender el Chile en estos tiempos de cambio.
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