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miércoles, 9 de noviembre de 2011

El empedrado, siempre el empedrado, Por Gonzalo Müller.


El empedrado, siempre el empedrado,

Por Gonzalo Müller.





Si hay un concepto al que los políticos siempre le han rehuido es al de la rendición de cuentas. El simple hecho de verse evaluados por la ciudadanía de acuerdo al cumplimiento de sus funciones y de sus compromisos de campaña sin duda los complica e incomoda. Siempre es más fácil culpar al otro de la ausencia de logros o argumentar que no son los actores los desgastados, sino que es el modelo; es decir, el empedrado, siempre el empedrado.





Este mes la encuesta Adimark, como lo ha hecho durante gran parte de este año, ha vuelto a poner en entredicho a Gobierno y oposición por su bajo nivel de aprobación. Aun así, por parte del gobierno del Presidente Piñera ya es posible constatar que ha sido capaz de frenar su baja, y se comienza a percibir una lenta recuperación. Esto último, la lentitud, porque el bien a reconstituir es la confianza y en eso no bastan las ganas o un cambio de corto plazo, sino que es necesario el paso del tiempo y la repetición de señales que la refuercen. En eso, el haber sido capaces de concretar el posnatal de seis meses y la eliminación del descuento del 7% por salud a los jubilados son hechos que generarán en el tiempo sus frutos.





Clave ha sido el cambio en la conducción política y en la dinámica de poder de La Moneda, siendo capaz de ordenar no sólo a los ministros, sino también a sus parlamentarios. Pareciera que en el proceso de aprender a gobernar, aunque a ratos traumático, finalmente se aprecian avances.





Pero en el caso de la Concertación la tendencia a la baja aún no se detiene, a pesar de que un escaso 14% de los ciudadanos sigue aprobando su desempeño (esto, agravado por el 73% de rechazo). Frente a ello, la autocrítica ha sido más bien escasa. Los presidentes de los cuatro partidos muestran una –a estas alturas– crónica falta de liderazgo, y ni los esfuerzos de Carolina Tohá por demandar cambios profundos en la organización, ni la oferta de la dupla Walker-Andrade de mantenerse competitivos en la lucha por el poder parecieran terminar de convencer a los votantes históricos de la coalición ni a varios de sus parlamentarios, como se lee de la frase del senador Lagos Weber: “Hay fuerzas conservadoras que no quieren hacer nada (de cambios) porque sólo les interesa ganar la próxima elección presidencial” .





Así se comienza a delinear cada vez con más fuerza la imagen de la Concertación como una pesada mochila, estática frente a las demandas de cambio y poco atractiva como plataforma para cualquier candidato, más aún para una ex presidenta que, con este nivel de deterioro, no hay ninguna seguridad de que ella sea capaz o quiera echársela al hombro.





Si la Concertación quiere recuperar la confianza de su electorado, no puede apostar sólo al desgaste o a errores del Gobierno. Debe partir por ser capaz de corregir aquellos vicios que la llevaron a la derrota y que siguen presentes en su accionar. Sólo como ejemplo, a su debe está todavía la falta de renovación de sus cuadros, no sólo a nivel de primera línea, sino incluso en los niveles más cercanos a la ciudadanía. Es sintomático que, en cualquier lista de candidatos a alcalde o parlamentario, los primeros nombres sean siempre los mismos, los de ex ministros y ex funcionarios que hicieran larga carrera en el Estado bajo los 20 años de la Concertación, eludiendo el simple análisis de si son ellos o no los mejores para interpretar las demandas de cambio que sus electores pretenden instalar.

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