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jueves, 10 de noviembre de 2011

El MIR y Jaddafi, por Gonzalo Rojas Sánchez.



El MIR y Jaddafi,

por Gonzalo Rojas Sánchez.



En la cuna del MIR, la Universidad de Concepción, son ahora mucho más importantes siglas de fantasía como el MAL (Movimiento de Acción Librepensadora) o el FEL (Frente de Estudiantes Libertarios). Ahí, el MIR apenas entusiasma a unas pocas decenas de alumnos. Y en casi todas partes es lo mismo.



Pocos jóvenes conocen las acciones que le dieron al Movimiento su prestigio en la historia de Chile, esos 127 actos de violencia perpetrados entre 1965 y 1973: asesinatos, secuestros y torturas de civiles y uniformados, colocación de bombas, asaltos de bancos y armerías, secuestros de aviones, incendios de garitas, robos de polvorines, tomas de fundos, radios, municipalidades y gobernaciones, enfrentamientos con carabineros y otras juventudes, asaltos de cárceles, barricadas en caminos. Ésa es la bitácora registrada de sus delitos, de esas acciones que se quieren ocultar a los jóvenes para hacerles creer que sólo las ejecutaron después de 1973, cuando en realidad se practicaron durante ocho años en plena democracia.



Justamente para poner el énfasis en su combate posterior, Andrés Pascal Allende se ha sincerado en una reciente entrevista. La impúdica exhibición que hace en ese texto de sus contactos con la internacional terrorista sólo puede explicarse como un intento de poner al MIR en un contexto histórico que le permita ser de nuevo admirado, de nuevo configurado como una elite combativa.



Convertido en 2010 en una pyme por dictamen de Contraloría para poder acogerse a pensiones, ahora Pascal Allende nos confirma que, en realidad, el MIR era la sucursal de una gran transnacional. El fundador y ex secretario general de la organización nos informa que: Mitterrand dispuso que se le enseñaran al MIR sistemas de comunicación encriptada; Jaddafi le entregó partidas de 200 a 300 mil dólares entre 1977 y 1980, envió armas vía Cuba y facilitó los contactos del MIR en África y Medio Oriente; la solidaridad europea, Australia y Canadá financiaron principalmente a la organización entre 1977 y 1985; Libia fue un centro importante de formación de combatientes, pero Cuba fue aún más decisiva y el grueso del armamento le llegaba al MIR desde la isla: lo recibían en el Pacífico o vía Bolivia; en Vietnam los miristas hicieron un curso de estrategia político-militar (por así decirlo, un magíster, acota Pascal Allende), y en Corea del Norte, otro de guerra en condiciones de frío extremo, para prepararse para Neltume y Nahuelbuta (un convenio: así lo llama el entrevistado).



¿Cuánta gente en total? Aproximadamente mil personas, contesta Pascal Allende, aunque aclara que Jaddafi entregó armamento como para apertrechar unos dos mil hombres.



Hace ya año y medio, en respuesta a una columna reciente, el líder del MIR exigía “una modesta pensión a los exonerados políticos del MIR: chilenas y chilenos —afirmaba— que desde jóvenes entregaron gran parte de su vida a la resistencia contra la dictadura militar y a la recuperación de la democracia en nuestro país”.



Ahora se entiende: privados a fines de los 80 de toda solidaridad internacional —porque el MIR no existía ya como organización y había terminado la lucha armada, acota Pascal Allende—, no les quedó a los jóvenes idealistas más que vivir de los bolsillos nacionales.



Tal vez Pascal Allende piensa que exhibiendo tan buenas relaciones económicas en el pasado, podrá allegar nuevos militantes a su organización. Pero es improbable que hoy muchos jóvenes consideren convenientes esas formas de subsistencia, porque hay platas europeas de más fácil acceso y con menor riesgo asociado: ecologismo, indigenismo, animalismo, pansexualismo.



Quizás lo que queda del MIR cambie de giro.

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