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miércoles, 16 de noviembre de 2011

La experiencia cubana, por Mario Montes.

(Mario Montes, Director de Diario electrónico
Reacción Chilena)


La experiencia cubana,

por Mario Montes.


Pocas personas en el mundo declararían que se podrían sentir agradadas si su país fuese colonizado por una potencia extranjera, sin embargo, y casi sin darse cuenta esas mismas personas que responden en forma negativa a esa posibilidad, no dudan un instante en embarcarse en maquinaciones políticas que buscan su colonización intelectual.


Es cierto que los “escuderos” de esas teorías muestran puras bondades al describir el sistema que promueven, aunque se abstienen de advertir que en los países en que han instalado su sistema los resultados son sencillamente desastrosos, la miseria, único índice en ascenso, se ha extendido a todo el pueblo y sus habitantes han perdido sus libertades.


Baste ver la forma en que colapsó la ex Unión de las Republicas Socialistas Soviéticas, que sin que su pueblo contara con la ayuda del mundo, se deshizo pacíficamente de un sistema que asesinó a millones de personas por estar en desacuerdo con los bolchevique o fueron enviados a sanatorios mentales por oponerse a la atroz tiranía roja.


Un caso patente es el cubano, el movimiento 26 de julio llamó al pueblo a construir la paz, la igualdad y a recuperar las libertades, pero, una vez tomado el poder, con su entrada triunfal a La Habana, el 1° de enero de 1959, se olvidaron de las promesas y establecieron un régimen opresivo, que mató las libertades, la igualdad solo fue en la miseria y la paz, simplemente nunca llegó.


De los ofrecimientos realizados desde la “Sierra Maestra” se olvidaron rápidamente, de la democracia que mentaban solo instauraron una estafa, las elecciones periódicas con lista única de candidatos del partido comunista cubano, de las ventajas que carrearía la revolución nunca más se supo, y los que preguntaron por ellas fueron a la prisión o al paredón.


La liberación de los oprimidos solo cambió los personajes que ejercitaban la dictadura, pasando de la tiranía del Sargento Fulgencio Batista, que fue recibido en Chile por el partido comunista criollo como el Gobernante del único territorio libre de América latina, para caer en manos de los mentirosos hermanos Castro y su pandilla de forajidos.


Uno de los argumentos más potentes que esgrimieron los “barbudos” de Fidel y el “che” Guevara fue que recuperarían la dignidad de pueblo libre, pero, a poco andar, se encontraron que había cambiado al amo norteamericano por el patrón soviético, al que debieron mendigar petróleo, medicinas y alimentos mientras existió la ex URSS.


Otro de los ofertones del castrismo revolucionario era que Cuba dejaría de ser el prostíbulo de los Estados Unidos, lo que en realidad sucedió, pero, a medias, la clientela fue reemplazada por personas provenientes del bloque oriental, de el imperio ruso, y hoy, en la cercanía de hoteles y playas sobre abundan las “jineteras” que se ofrecen por alguna prenda diferente o unos pocos dólares.


Desde el triunfo de la revolución cubana han pasado ya más de 50 años y se mantienen en el poder, viviendo vidas llenas de molicie y de prebendas los miembros del partido gobernante, el único legal en la isla, mientras para el pueblo sigue existiendo las miserables tarjetas de racionamiento y las prisiones para los que manifiesten descontento.


Hoy en el ocaso de la vida del líder de esta nefasta revolución, Fidel Castro, su hermano, Raúl, que heredó el poder como si se tratase de la más pintada de las monarquías, trata desesperadamente de dar pie atrás de las medidas socialistas de los 50 años anteriores y camina a ese capitalismo que tanto han criticado como tabla de salvación del corrompido sistema.

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