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viernes, 25 de noviembre de 2011

La des-Concertación nacional, por Sergio Melnick.



La des-Concertación nacional,
por Sergio Melnick




He comentado en otras oportunidades la importancia de que la Concertación sea un conglomerado fuerte y competitivo, así como también debería ser la Alianza. Pero la Concertación debe su existencia, en lo esencial, primero, a su causa contra Pinochet; al binominal después, y finalmente al ejercicio del poder y sus privilegios. No hay en realidad mucha afinidad ideológica entre sus partidos y, por lo que se ve, las diferencias se harán cada vez más radicales. Se aprecia con demasiada claridad en el horizonte la formación de un nuevo tipo de referente de izquierda, que empieza a renegar incluso de la obra de la Concertación. La DC, entonces, será puesta a prueba una vez más. Ese es el destino inefable de los partidos de centro, siempre presionados por las bandas y que deben saber ejercer el difícil arte del equilibrio. De hecho, el presupuesto de educación se resolverá gracias a la gestión de Andrés Zaldívar, que ha puesto cordura a la negociación.



El binominal, que aún mantiene unida a la Concertación, tiene sus bemoles, como todo sistema electoral, pero reúne más virtudes que defectos: ofrece gobernabilidad y empuja a todos hacia el centro, que es donde se producen los acuerdos que requieren las sociedades maduras. Sólo piensen un poco cómo sería la actual situación nacional sin binominal y, por ende, sin Concertación. 
 

Los resultados históricos muestran que su balance ha sido muy representativo electoralmente, y que su principal defecto es la falta de caras nuevas. Eso tiene fácil solución sin alterar el principio básico binominal. Se puede sacar la rama mala sin botar el árbol. Pero en Chile somos pendulares, porque nos dejamos seducir por las simplificaciones de los extremos.



Y los extremos, casi por definición, nunca llegan a acuerdos civilizados y terminan en la violencia. La gran fuerza que tuvo la Concertación estuvo dada, primero, porque su eje fue la DC, y segundo, porque se subieron a un carro societal institucionalmente sólido y que permitía crecer económicamente, la base de la lucha contra la pobreza. Al final de 20 años, la cosa cambió. En el camino, la DC perdió más de un millón de votos y dejó de ser el eje de esa coalición. Bachelet-Velasco tuvieron un resultado económico magro: gastaron como país en guerra, perdieron productividad año tras año, ¡hasta reventaron el equilibrio fiscal! y finalmente aumentó la pobreza. Por todo ello, generaron un ambiente de desconfianza de la clase política y de sensación de corrupción por múltiples incidentes y falta de controles.



Si miramos la revuelta estudiantil, sus políticas educacionales tampoco fueron muy exitosas a los ojos de los estudiantes, pero éstos a mi juicio se equivocan. En educación sí hubo progreso y cambios, y la Concertación ha sido extremadamente débil en su defensa. De hecho, se ha sumado al coro de descontento como si no hubiesen gobernado esos 20 años. Raya para la suma, perdieron la confianza de la población y tuvieron que salir del gobierno.



Perdieron así el poder, los privilegios y las lucas de éste, que era lo último que los sustentaba. Se des-concertaron, se dieron cuenta de que estaban desnudos de ideologías en común, que sus diferencias eran enormes. Más grave, se volvieron críticos de su propia gestión. Habiéndose entonces desvanecido las fuerzas que los unían, ahora, para volver al tan anhelado poder, necesitaban un conjunto nuevo de propuestas, de ideas, de visión de futuro común. Y eso es imposible. Trataron de cambiar hasta el nombre, pero es de lo poco que comparten. Se juntaron para hacer las bases de una reconstrucción ideológica, pero no pasó de un documentillo. Finalmente, su apoyo popular, si le creemos a las encuestas, no llega al 15%.



El pronóstico es difuso, pero no se ve cómo la Concertación se podrá mantener unida, lo que —reitero— es fundamental para el futuro del país. Sus líderes suenan a añejo, no dan la pasada a las nuevas generaciones, y la izquierda quiere imponer su agenda unilateralmente. El discurso se torna cada vez más agresivo. Ahora se aferran a una leve mayoría en el Congreso y desde ahí plantean una estrategia de obstrucción. No están proponiendo nada nuevo, están atrincherados. Las ideologías contra algo siempre terminan diluyéndose.



Son mejores las ideologías a favor de algo: más generosas, pueden crecer y evolucionar. Pareciera que el foco actual de la Concertación es tratar de que al Gobierno le vaya mal, y por ese camino, paradójicamente, les ha ido mal a ellos mismos. Una ley kármica universal.

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