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viernes, 11 de noviembre de 2011

Joe White visita Chile, por Sergio Melnick.


Joe White visita Chile,

por Sergio Melnick.



Joe White es primo de Joe Black y visita a Chile desde los años 80. Por eso conoce algo de nuestra historia. La semana pasada estuvo por acá y se detuvo a escuchar una conversación en la Plaza de Armas de Santiago. Un señor contaba que su hijo era la primera generación que llegaba a la universidad, y que le agradecía a la Concertación la expansión de oportunidades en educación. Joe se asombró, porque las nuevas universidades se crearon en la dictadura y ello fue muy criticado por la Concertación. De hecho, en los gobiernos de ésta disminuyeron en número. Otro dijo: «Sí, pero las privadas lucran». Joe nuevamente se asombró, porque sin recibir aporte estatal alguno habían construido enormes infraestructuras, y muchas de ellas eran ampliamente mejores que muchas estatales. Más aún, muchas tienen carreras que en pocos años de existencia ya disputan los altos puntajes en áreas como medicina, derecho, negocios, ingeniería, educación, veterinaria, odontología. «Sí, contestó otro, pero, como dice el rector Pérez, hacen un lobby oscuro». Joe se extrañó. Se acordaba de un profesor de la misma Chile que emplazó por la televisión al rector para que explicara las sociedades y negocios que ocurren en esa universidad, donde hay académicos que ganan más de 14 millones de pesos al mes, y el rector se negó a dar transparencia. Pasó un estudiante y se sumó al debate: «Hay que fortalecer la educación pública, compañeros, y sacar a los colegios de las municipalidades para volverlos al Poder Ejecutivo central». Joe reflexionó pero no entendió, porque los municipios son parte del Estado y proveen educación pública gratuita. Tampoco entendió cómo, por el solo expediente de pasar las escuelas de un lado al otro, con los mismos profesores, instalaciones, estatuto docente y programas iba a cambiar la calidad. Menos aún entendió que durante los periodos de la Concertación los padres abandonaran sistemáticamente la educación estatal y se fueran a la subvencionada. Mejor no digo nada, pensó Joe, porque rápidamente se acercó un encapuchado amenazando callarlo a la fuerza y saquearlo.



Además, se acordó de los impulsos racistas del presidente de los profesores y se asustó un poco más porque Joe tiene un pariente semita. Otro estudiante dijo que el capitalismo era malvado y estaba angustiado por su deuda estudiantil al 6%. Joe pensó para sí: «Pero si esa tasa la definió un gran socialista como Ricardo Lagos, y es el capitalista Piñera quien la bajó a un tercio. No entiendo nada». Más contento se veía otro joven, que estaba becado por ser buen estudiante y querer estudiar pedagogía (hasta le daban plata para el bolsillo». Joe se acordó de Lavín, que había implementado el sistema, y siguió sin entender nada: mejor no opinar.



Otro que pasaba se sumó al debate de la plaza. Dijo que estaba agradecido de haber salido de la pobreza extrema en los últimos 20 años. Pero rápidamente se sumó otro que dijo representar a 300 mil que habían vuelto a caer en ella en el último período de la Concertación, pero que se habían recuperado precisamente en estos últimos 12 meses, porque junto a 600 mil chilenos habían vuelto a tener trabajo. Después apareció un viejito que iba a comprar un remedio que antes no podía comprar por el 7% que le descontaban para salud, que ahora llegaba en el cheque, y les recordó a los debatientes que llevaba 20 años esperando el beneficio. Justo pasó una mamá con su guagüita paseando por la plaza. Dijo que ahora podía hacerlo porque el posnatal había aumentado y en vez de trabajar estaba cuidando a su hija. Joe, que es del país del Norte, pensó que eso ni siquiera ocurría así allá.



Una señora gordita y buena onda pasó feliz como lombriz. ¿Qué la pone tan contenta?, le preguntó Joe. «Es que salí bien de mi operación», le contestó. «Así es la salud estatal, compañero», gritó el encapuchado. «No tanto —le dijo la gordita—. Esto fue después de dos años de espera, cuando el AUGE me había prometido atenderme en 5 semanas». Joe pensó que el AUGE era una buena idea de la izquierda, pero que ellos no la sabían gestionar. Tuvo que venir Piñera para que la cosa funcionara.



El debate se había ampliado y se reunía casi una centena de personas, algunas airadas. Un joven que estudiaba en una universidad privada había leído que su rector pensaba que no había empresarios altruistas, y recordó las malas prácticas de la Polar como el ejemplo indiscutido. Joe asintió: efectivamente había malos empresarios, pero eso ocurre igual en las empresas estatales y nadie reclama nada. Joe se acordó de la ENAP, que perdió mil millones de dólares en la gestión de Velasco y éste ni se arrugó. Para qué recordar el tema de los ferrocarriles o del Transantiago o la Cenabast, los sobresueldos en sobres, los escándalos de la vivienda, y suma y sigue. Joe se dio cuenta de que nada hemos aprendido en 40 años: seguimos discutiendo los mismos temas, de la misma manera.



Finalmente pasó una viejita alegre que llamó a todos al orden. «Saben que más, ustedes sólo miran siempre la mitad del vaso vacía. Cambien la actitud. Yo me voy a pasar una noche de amor con mi viejo, porque nos dieron un bono de Bodas de Oro y me lo voy a farrear completito. Eso es vida, mi alma»

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