Un paso «mayor»,
por Sergio Melnick.
La Universidad Mayor, inéditamente para Chile, acaba de ser acreditada por 5 años en los Estados Unidos, y por una de las agencias acreditadoras más prestigiosas de ese país: la misma que acredita, por ejemplo, a Princeton. Por cierto, ello no significa que la Mayor sea hoy de la misma calidad que aquélla; sin duda, aún no. Pero significa que va en ese camino, y que observa los mismos estándares de administración educacional. Los Estados Unidos tienen el sistema de educación superior más avanzado del mundo, medido por sus resultados; nadie lo duda. Por ello, mirar en esa dirección es clave para la educación avanzada de nuestro país.
En el marco de la sociedad global, debemos mirar a los mejores, no necesariamente al barrio. En el barrio geográfico debemos cultivar la amistad, el cariño, y todo lo que podamos, pero no debemos desconocer que ahora el verdadero referente ya no es local, sino global. La revolución digital literalmente se tragó a la geografía. Por eso Chile optó por asociarse a la OCDE, porque quiere ocupar los estándares de los países más exitosos. De hecho, la Universidad Mayor, al acreditarse en EE.UU., cumple una de las recomendaciones OCDE para Chile, y de esa manera es también un logro importante para el país. Hay otras universidades privadas que probablemente van a empezar a ir en la misma dirección. Ojalá también lo hagan las universidades estatales, ya que fue el Estado chileno el que se acercó a la OCDE. Ojalá aprovechemos para repensar seriamente el sistema de acreditación nacional.
Los beneficios para la U. Mayor de estar acreditada en EE.UU. son significativos. Lo primero es poder entender los modelos de gestión educacional de las grandes universidades del mundo. Saber cómo lo hacen, aprendizaje muy importante para el futuro. Lo segundo es que automáticamente los académicos de esa universidad adquieren el rol de revisores para otras. Lo tercero es la facilidad que reciben sus estudiantes para continuar estudios posteriores fuera de Chile, y facilitar intercambios. Lo cuarto es la capacidad de establecer redes académicas internacionales, un tema central del siglo 21. Finalmente, la acreditación internacional permite definir una ruta clara para seguir avanzando en el camino de lograr lo que se llama universidades “complejas”, es decir, universidades que tienen objetivos avanzados en docencia, investigación y extensión.
Hoy tenemos 750 mil estudiantes chilenos en distintas instancias de educación superior. Deberíamos llegar quizás al doble si queremos un país verdaderamente desarrollado. Para ello necesitamos más universidades, de cada vez mayor calidad, y por cierto redefinir las políticas nacionales para ese sector. Debemos avanzar de manera efectiva a un sistema de college inicial, y quitarle a nuestra juventud la necesidad u obligación absurda de tener que definir su especialización profesional a los 17 años. También necesitamos mucha más investigación. Los países no pueden ir más alto de lo que sus habitantes pueden pensar e idear. La mayor parte de la capacidad de pensar e idear para mover las fronteras del desarrollo se gesta por ahora en el sistema de educación superior, que llora por una redefinición en Chile. En EE.UU. hay unos 5 mil centros de educación avanzada, en un sistema mixto de universidades privadas y públicas, de todas las calidades imaginables. Se crean decenas de instituciones por década, y también cierran muchas. Sólo algunas de estas miles son las de máxima calidad. Ese es el tipo de pirámide que se requiere para un gran sistema de educación superior, y para darles verdaderas oportunidades a los jóvenes. De hecho, en los 20 años de gobierno de la Concertación no hubo creación significativa de éstas. Perdimos tiempo histórico valioso para nuestros jóvenes y para el país. Hay que abrir esa compuerta una vez más. En “dictadura” se crearon más universidades que en democracia; es una paradoja. En un país nunca sobra la educación, que es la capacidad de pensar en forma autónoma, de aprender por sí mismos.
El ministro Lavín ha partido bien enfatizando la necesidad de mejorar la calidad de la docencia en los colegios, y debe también proponer las reformas necesarias al sistema de educación superior.
En síntesis, un logro mayor de la Universidad Mayor, y por ende para el país. Un camino que también muestra la capacidad de la iniciativa privada al servicio de la educación superior chilena.