Un Instituto para la Verdad 64-73,
Puestos a recomendar, no lo dudaría: el Presidente Piñera podría compensar su decisión sobre los indultos enviando el proyecto de ley que cree el Instituto de Estudios sobre la Crisis de la Democracia en Chile, 1964-1973.
No se trataría sólo de una compensación afectiva para con todos los que vieron frustradas sus esperanzas de un trato justo, sino que correspondería además a la búsqueda de un imprescindible equilibrio en el estudio de la verdad histórica.
Porque tenemos Museo de la Memoria, saben, y comienza en 1973; porque hay reparaciones a víctimas, claro, y sólo las reciben quienes padecieron desde 1973 (y en un sector); porque ha habido millones para las ONG y los grupos de presión, tremenda novedad, y obviamente sólo califican las izquierdas desde su hito cero: 11 de septiembre de 1973.
Pero carecemos de una instancia seria, integrada por investigadores sin afiliación partidista, altamente versados en historia contemporánea, seleccionados por un panel de excelencia, con libertad de enfoques, contratados a tiempo completo, con exclusividad y a plazo indefinido… O sea, carecemos de un ámbito orgánico donde estudiar lo que verdaderamente se hizo durante Frei Montalva (64-70) y Allende (70-73).
Por cierto que ha habido muchas iniciativas de investigación, pero todavía estamos en pañales. Obvio: a la izquierda no le interesa que aparezca lo real. O la instancia se crea por ley o seguirá sucediendo lo indesmentible: por cada 10 artículos financiados desde la ideología dominante, apenas uno se asoma con el debido contraste. Pero ésa no es la verdad: ésa es la mentira mayoritaria.
Un caso paralelo. Por años se mostró al comunismo camboyano como un sutil proyecto de transformación social. Hoy sabemos que bajo el Khmer Rojo se asesinó a un millón 700 mil personas. Uno de los tantos ex jefes de prisiones acaba de ser condenado porque entre 14 y 16 mil personas pasaron por sus manos. ¿Cómo ha sido posible revertir la mentira histórica y dar con los responsables? Por cientos de miles de horas de investigación académica y judicial seria.
Por de pronto, la idea de crear un centro no tiene nada de original. Existe en la República Checa el Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios (USTR). El problema es que la institución ha publicado nombres de los colaboradores del comunismo en Checoslovaquia. Eso indigna a la izquierda, porque hasta ahora ha sido ella la que ha tenido el monopolio de las nóminas, de los listados: llenan sus memoriales, sus presentaciones, sus informes.
Pero, ya que se nos dice que hay que conocer toda la verdad, ¿no sería conveniente, por ejemplo, individualizar a los miembros de las Comisiones de Vigilancia del PC chileno hacia 1972? Dice el venerado Corvalán en su informe secreto al partido de 1985, que estaban “compuestas por 10 hombres (que) observaban una disciplina semimilitar y (que) llegaron a contar con cerca de tres mil miembros en todo el país”. O, ¿no sería imprescindible conocer la nómina completa del aparato armado del PS, que conformaban “más o menos mil a mil 500 hombres con armas livianas”, según lo afirma el propio Carlos Altamirano?