Promocione esta página...

jueves, 26 de agosto de 2010

En el corazón de la UDI, por Gonzalo Rojas Sánchez.


En el corazón de la UDI,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


El momento culminante del último consejo general de la UDI no fue la entrega de los resultados.


Obvio. No podía haber sorpresa sobre el ganador, sino sólo alguna incertidumbre sobre los porcentajes. El vencedor había quedado definido con meses de anticipación, desde que se montó el procedimiento que entregaría a Juan Antonio Coloma su segundo período consecutivo.


No. El gran momento se había producido horas antes, con el notable discurso del senador Andrés Chadwick.


Fundadores y recién llegados, luchadores de mil batallas y algún apitutado reciente, todos los consejeros oyeron por igual una declaración fuerte y clara. Chadwick afirmaba que él no aceptaría que un sector se adueñase de la identidad que les pertenece a todos, ni que alguien viniese a dar muestras de superioridad en algunos temas.


Pero la identidad de la UDI, ¿la comparten todos por igual? Hace ya años que no. En la UDI se encuentra hoy de todo: ésa es su nueva identidad, es decir, la negación misma del concepto de... identidad. Justamente por eso es que ha habido dos elecciones consecutivas claramente disputadas; precisamente por eso es que los senadores y los diputados integraban listas distintas, y los ministros, subsecretarios, intendentes, gobernadores, seremis y la abnegada infantería de las regiones, al votar escogió... identidades distintas, cada uno pensando en cuál es la propia de la UDI. Distintas, radicalmente distintas.


¿Es que acaso Chadwick pretendía desconocer esas diferencias, cuando ha sido él justamente quien las ha favorecido, corriendo los límites de la UDI hasta el despeñadero mismo? No. Lo que buscaba era otra cosa, sutilmente sugerida: insistir en que la identidad en la UDI está ahora siempre con el ganador, con la mayoría, con la maquinaria, con lo establecido. A eso es a lo que se han acostumbrado algunos dentro del partido.


Pero más notable aún fue su segunda afirmación. Porque al sostener que no aceptará que alguien venga a dar muestras de superioridad en algunos temas, estaba negando toda la herencia de Jaime Guzmán.


Sí, porque el proyecto completo de Guzmán ha sido precisamente una proposición de excelencia, de máximos, de superación, de búsqueda de la más alta perfección posible. Eso, obviamente, implica comparar el propio proyecto con los demás, valorarlo como superior (¡vaya torpeza la de quien ofreciese programas que considerase inferiores!) y proponerlo para que, dada su excelencia, tarde o temprano, triunfe. Ésas fueron la doctrina, la vida y la muerte de Jaime Guzmán: una proposición de lo superior, hecha ciertamente a partir de la precaria condición personal de cada uno.

Pero ahora Chadwick le dice a la UDI que se debe abandonar esa convicción, que él se encargará de que nadie pueda dar muestras de superioridad. Difícilmente podría encontrarse una declaración más clara y rotunda a favor de la neutralidad moral, de la perplejidad ante los contenidos, de la indiferencia ante opciones radicalmente contrarias sobre los bienes y los males.


Por cierto, el propio senador ya lo ha practicado. Cuando él afirma que la superioridad que no acepta está referida a ciertos temas, alude a aquellos que él mismo ha ido desfigurando, volviendo mediocre, diluyendo: la identidad del matrimonio, la estabilidad de la familia. En eso -nos sugiere Chadwick- no habría superioridad aceptable.


Mientras el senador hablaba, en el fondo de muchas conciencias resonaba una exigencia rotunda de Jaime Guzmán: "Y somos eso. Servidores siempre imperfectos -pero también siempre perseverantes- de principios conceptuales sólidos y de valores morales objetivos y graníticos".


Qué contraste de identidad y de superioridad.