Decálogo del comunista chileno,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Para que todo compatriota de las nuevas generaciones logre comprender qué es de verdad el magnífico Partido Comunista de Chile, para que nunca lo mire en menos ni lo olvide, hay que conocer el decálogo que guía el actuar de los hombres de la hoz y el martillo.
Harás todo en comunista. Te levantarás comunista, desayunarás comunista, irás al baño comunista, pololearás comunista, estudiarás comunista, te recrearás comunista. Irás subiendo en el Partido: paciencia. Lo importante es que seas hombre o mujer de un solo metal, de acero. Stalin se llamaba, ¿no?
Nunca dirás la verdad, la mentira te hará libre. Con la verdad serás capturado por fiscalías y servicios de seguridad. No faltará un valiente diputado Melero que te exija aclarar el vínculo con las FARC o con el narcotráfico, con el terrorismo indigenista o con la toma de liceos. Pero con la mentira seguirás siendo libre, en la calle, en el Congreso y en todo lugar. Miente bien: los terminarás agotando, y quizás algunos te creerán.
Siempre buscarás alianzas con los más ingenuos o ávidos de poder. Hace décadas que ya sabes dónde están: en la DC y, particularmente, entre los Frei. Los cautivarás con tu coherencia (la añoran), con tu mística (la buscan en cualquier lugar), con tus votos (los necesitan para reinventarse en el poder). Ellos creerán ser tus aliados. Tú, ya lo sabes, eres el que debe mandar. Con sutileza, pero mandar al fin.
Ocuparás toda posición que te cedan. Crecerás poco a poco. ¿Un diputado? Suficiente, pero si son tres, mejor; después podrás pedir cinco, nueve. Para divulgar lo poco que hagas, contarás con tus contactos en cada medio informativo. Toma, ésta es la lista; no la divulgues. Tus contactos no están ahí para lucirse, sino para servir al Partido.
Usarás todas las fachadas posibles para victimizarte. Crearás la Asociación de Exonerados de Medios de Transporte; el Comité de Perseguidos del Mundo Rural; la Orgánica de Desplazados de la Cultura Alternativa; el Grupo Amplio de Reprimidos por las Fuerzas Opresivas. Dale con la imaginación, dale con los nombres; tres personas bastan en cada referente.
Tolerarás sin mayor apoyo a quienes se mueven a tu izquierda: anarquistas, trotskistas, maoístas. Si ponen bombas, callarás. Si los detienen, exigirás sus garantías y pedirás un juicio justo para unos combatientes que facilitan tu imagen moderada. Te prepararás, eso sí, para explicar por qué hace 70 años exactos hubo que mandar a matar a Trotsky.
Asistirás a todo evento en que se hable críticamente del Partido. Si un profesor hace en tu universidad una clase sobre el fin del comunismo en Europa en 1989, distribuirás la gente en la sala para acosarlo y exigirle que afirme la vigencia total de tu ideología. No lograrás convencer, pero habrás validado tu presencia y tu postura. No te dejarán fuera de acto alguno, aunque seas insignificante minoría. Te temerán.
Exigirás todo tipo de reparaciones económicas del Estado a tu favor. Si en septiembre de 1973 te negaste a obedecer una orden de un superior militar siendo tú un infiltrado, hoy eres un patriota merecedor de recompensa. Pediste 520 millones de pesos como reparación, pero acepta ahora la posibilidad de obtener sólo 130. La caja del Partido los necesita.
Cultivarás el rencor, nunca perdonarás, mantendrás abiertas tus heridas -las que estabas dispuesto a recibir en tu afán de ganar una guerra fratricida que te lanzaste a provocar-, porque aunque no te causaron la muerte, sí te recuerdan al enemigo. Son muy valiosas, por eso mismo.
Atacarás al que te conoce y te desenmascara. Entra al blog de este columnista. Es tu encargo matutino. Dale.