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sábado, 14 de agosto de 2010

Terreno peligroso, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Terreno peligroso,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

Cuando se ingresa a los grandes parques nacionales de Sudáfrica, la advertencia es clara: es "at your own risk". Está escrito en la entrada, en el letrero de bienvenida, en el mapa que guía por senderos y zonas diferenciadas y, más encima, lo recuerdan de palabra los encargados de cada área, en especial los del sector de depredadores.


Los parques son estatales, provinciales o de fundaciones, pero en todos ellos hay control superior del Estado, por aquello de la subsidiariedad. Si una entidad propietaria vulnerara la norma oficial, antes o después, le caería la respectiva multa. Pero, ante todo, cada visitante es responsable de su vehículo y de sí mismo: es "at your own risk".


Por eso, la madre que bajó a su niñita para que hiciera pipí pocos metros más allá de la reja de ingreso al sector leones, fue durísimamente tratada por el guardia; pero medio kilómetro más adentro, nadie la habría visto ni sancionado, aunque las consecuencias podrían haber sido fatales. Operaba ya en plenitud la libertad responsable de cada uno, ésa que a veces entra en dominios de escasa o nula previsión.


En ese contexto se sitúa también el drama de los mineros atrapados. No ha sido la suya una aventura loca que les fuese imputable, como si rascar la tierra para obtener el mineral mereciese censura y sanción. Pero tampoco es criminal, por definición, el emprendimiento privado o estatal que pide a los seres humanos que corran riesgos proporcionados para ganarse el sustento. Ni es tampoco de suyo obligatoria una fiscalización absoluta y total de cada actividad nacional.


Proporción, medida, prudencia, subsidiariedad. O si no, el Estado será siempre el criminal imputable por omisión; o lo serán los privados que arriesgan capital y prestigio en emprendimientos riesgosos; o no faltará quien incluso impute a los propios mineros una responsabilidad moral por trabajar en esas condiciones.


Los italianos dicen a veces, mirando al cielo lluvioso: Piove, maledetto governo. Es gracioso, pero se equivocan.


Las responsabilidades no son nunca estructurales; se dan y deben precisarse caso a caso. Si no, se frustra tanto la aventura de la libertad personal responsable, como el prestigio de un Estado gestor del bien común.