Hechos y procesos.
Si uno se queda con los hechos, haciendo abstracción de los procesos que los generaron, puede llegar a obtener explicaciones ramplonas de los sucesos y seguramente caerá, en algunos casos inconscientemente, en una espantosa alteración de las realidades analizadas.
Pretender analizar el Gobierno Militar, 1973-1990, sin considerar las situaciones que vivió el país en los mil días en que Gobernó Allende es un despropósito, pues la intervención de los uniformados fue el resultado de las ilegalidades e inmoralidades la citada Administración.
Intentar abstraerse del terrorismo desatado por las brigadas internacionales de extremistas de todo el continente es tan inoficioso como intentar comprender la represión que debió aplicarse para evitar el baño de sangre que estas mentes afiebradas buscaban en Chile.
Los hechos, aunque a algunos no les guste se concatenan para producir determinados resultados, así, la odiosidad sembrada por la unidad popular llenó al país de extremistas del continente, que no teniendo donde ir desataron la subversión que debió combatir el Gobierno de Pinochet.
Los sucesos de esta soterrada guerra civil, que algunos quieren negar, produjo falta de respeto a los derechos humanos de los chilenos, por parte de los dos grupos enfrentados en este proceso, lo que sin duda es reprobable, pero que existió en la realidad.
La transición a la democracia, producto del cumplimiento del compromiso del Gobierno de las FFAA, provocó una curiosa situación, los que vencieron en la contienda fueron derrotados en la publicidad, provocando una persecución espantosa contra quienes les vencieron.
Así llegamos al momento actual, con el absurdo de encontrarnos con los que asesinaron a mansalva a uniformados y civiles en completa libertad y siendo beneficiados con los recursos del Estado, sus rivales abarrotando los presidios creados por la concertación para la venganza roja.
Nos preguntamos si la mantención de esta realidad hace posible la reconciliación y la unidad nacional, y la respuesta, que nos parece obvia, es que mantener abiertas y supurantes las heridas del pasado inhiben la posibilidad de un reencuentro y de las proyecciones al desarrollo.
Pensamos que el Presidente Sebastián Piñera tiene una oportunidad única de dar por terminada la transición, aprovechando el Bicentenario nacional para otorgar al bando actualmente perseguido los mismos beneficios otorgados a quienes sus rivales, terminando con estas absurdas divisiones.
Las lecciones de la historia nos dan la razón, después de la guerra civil de 1891, con inmensas batallas y con miles de muertos, los Gobernantes, sabiamente pensamos, la sociedad abdicó de las persecuciones y acogió a los beligerantes de ambos lados.