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sábado, 20 de junio de 2009

El pacto DC-PC.



El pacto DC-PC.
Siete explicaciones tiene todo pacto entre un cristiano y un marxista.

Ya sea en política o en cultura, en sociedad o en economía (y para qué decir en materias de moral o de fe), cada una de esas explicaciones se basta sola para mostrar la claudicación del cristiano, pero hay especímenes que a veces las hacen confluir todas, demostrando la más notable pobreza en sus posturas.

En primer lugar, el pánico físico y moral. Hay cristianos que se mueren de pavor ante la posibilidad de que un comunista los enfrente con riesgo vital o para su prestigio.

En segunda mirada, la debilidad intelectual, porque existen cristianos que desconocen la verdad de las exigencias de la doctrina que supuestamente profesan, o las han aguado tanto, que el parecido con su original es sólo semántico.

Un tercer aspecto es el vacío histórico, porque ignoran -o no quieren saberlo- que el comunismo es el mayor genocida de todos los tiempos -aquí y en todas las quebradas del ají- y que hasta hoy elimina a destajo.

Un cuarto aspecto es la torpeza táctica, porque han comprobado mil veces que sus electores moderados los abandonan y no compensan las aportaciones coloradas, pero perseveran en sacar mal las cuentas.

En quinto lugar se les presenta el engaño de la reciprocidad, porque creen que un pacto así es un pasando y pasando, como si entre los comunistas hubiese algún sentido de la justicia y del cumplimiento de los deberes.

Una sexta razón es la simpatía encandilante con que los marxistas los arrullan, logrando que los cristianos ignoren (oh, qué mal pensados somos) que, a sus espaldas, en el PC se ríen a carcajadas de la ingenuidad de sus nuevos socios.

Ah, y finalmente, lo más pobre y penoso: la explicación a veces autosuficiente es el simple miedo a perder una eleccción y el poder; en algunas oportunidades ese ha sido el cierre, el broche de tantas otras claudicaciones, pero quizás ahora sea la única razón.

De las demás, ni se imaginan que existan.