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martes, 2 de junio de 2009

Cinismo aberrante......


Cinismo aberrante......

Hoy es corriente criticar, en especial por parte de quienes se vieron favorecidos políticamente por su apoyo al Gobierno Militar, los excesos que ellos no conocían e incluso, algunos más osados, dicen que de haberlos conocido habrían optado por la opción no en el plebiscito de 1988.



Creemos que estas posturas acomodaticias, bastante cínicas por cierto, pretenden olvidar que en la época del Gobierno de Pinochet los Diario Fortín Mapocho, La Época, APSI, y otros periódicos de tipo pasquín que inundaban los kioscos de diarios o que la Radio Cooperativa criticaba abiertamente a los Uniformados.



Si bien las posiciones que estos personajes adoptan son “políticamente correctas”, es decir se atienen a lo que una parte de la población quiere escuchar, son moralmente inaceptables porque indicarían que los “políticos” ni siquiera se enteraban de los hechos publicitados intensamente.



Nosotros estamos ciertos que en la verdadera guerra que se produjo entre los aparatos de seguridad del régimen y los extremistas entrenados en el exterior hubo abusos, por ambos bandos, pero consideramos que fue el precio que debimos pagar por la agresión que sufrió el pueblo de Chile.



Consideramos que mirar los hechos del pasado reciente con los ojos de la actualidad de esta época es una estafa, pues al descontextualizar los sucesos se esta falseando la realidad vivida y se está intentando institucionalizar una engañifa mentirosa que transforma a los victimarios en víctimas.



Los análisis no pueden partir desde septiembre de 1973, deben partir desde el momento en que el partido socialista, en Chillán, se declaró marxista y adscribió a la lucha armada como herramienta para acceder al poder, para seguir con la formación de grupos extremistas armados, como el MIR, que después se integraron al allendismo.



Un estudio serio no puede abstraerse de las odiosidades sembradas en la familia chilena, de la destrucción de la legalidad por parte del socialismo, de la crisis económica en que sumieron al país, así como tampoco puede pasar por alto el intento de dominarnos por el estómago con la tarjeta JAP.



Chile sufrió un intenso proceso de polarización entre fracciones que dejaron de ser adversarios para transformarse en enemigos, la familia chilena se llenó de odios fratricidas, se preparaba una guerra civil en la que los cerebros rojos esperaban un millón de muertos para eliminar la contaminación burguesa.



Chile terminaba el año 1973 con el espinazo de su economía quebrado, con la convivencia nacional imposibilitada, con un Gobierno que trasgredía flagrantemente la legalidad y la Constitución, con absoluta carencia de alimentos y pan, como dijo Allende, para dos días.



La violencia nunca debe ser un argumento en política, pero es comprensible, por el ambiente que se vivía, en el que incluso se llamaba a instaurar el “paredón” para los momios, mote que se daba a todos los opositores, que hayan existido excesos, sensibles por cierto, que dejaron víctimas en ambos lados de la trinchera.



Esto no puede pasar “nunca más”, pero para eso se requiere una clase política seria y responsable, además de restaurar la verdad histórica, púes los pueblos que se olvidan de lo que realmente sucedió en tiempos pretéritos se encuentran demasiado propensas a tropezar nuevamente con la misma piedra.



Reivindicar la verdad es una obligación moral del país, como un homenaje a todos los que sufrieron las inequidades de la unidad popular y como muestra de respeto a un pueblo que se tuvo que deslomar para restaurar el daño causado a nuestra Patria por la experiencia roja.



Terminar con la vendetta que se practica contra quienes debieron reprimir al extremismo, hoy sometidos a prisión en las mazmorras de la concertación, es una necesidad para lograr la indispensable reconciliación nacional y así poder devolver al país a la senda del desarrollo.