Tan lejos, tan cerca,
por Gonzalo Müller.
Hace pocos días el Presidente Piñera dijo que, sin duda, el complejo escenario económico externo nos va a afectar, haciendo referencia al difícil momento por el que atraviesan Europa y Estados Unidos, ambos con altas tasas de desempleo, crecimiento por los suelos y la expectativa de sus economías de entrar derechamente en recesión.
Esta alerta presidencial se contrapone a nuestras favorables cifras: crecimiento que se sostiene por segundo año, acompañado de creación de empleo y un todavía alto, aunque volátil, precio del cobre. Pero aun así el Presidente Piñera nos recuerda que no somos inmunes a lo que ocurra en nuestros principales socios comerciales. Este llamado a la mesura en las expectativas es la música de fondo para iniciar la discusión sobre la ley de presupuesto.
Pero el llamado es válido no sólo para la coyuntura, sino también para la lógica más profunda con la cual nuestros actores públicos están enfrentando y tomando decisiones, generando un cada vez mayor gasto público. En una mirada a Europa, y en especial España, llama la atención lo que ocurre con el déficit público, que ha terminado por hundir la economía, generando un nivel de desempleo superior al 21% y abriendo las puertas a situaciones tan dramáticas, como la incapacidad de algunos gobiernos autonómicos de siquiera pagar sus cuentas de la luz. La discusión del presupuesto en ese país está marcada por los severos recortes necesarios para que el Estado no caiga en insolvencia, en lo que aparece como el fin de una larga fiesta, donde a expensas del erario fiscal se hizo crecer sin control su tamaño y asumir funciones que distan mucho de ser indispensables, como las de financiar obras de teatro. En palabras del presidente de la Comunidad de Valencia, Albert Fabra, “la España del subsidio y de la subvención ha terminado”.
España, que había llegado tarde a la construcción de su Estado de bienestar, ha sido de los primeros en sufrir las consecuencias de sus excesos y errada expansión del gasto público, pero por sobre todo de una brutal pérdida de competitividad en la última década.
Los chilenos debiéramos mirar con mucha atención el proceso de los últimos 10 años en España, donde el crecimiento y el empleo no fueron nunca abordados como prioridad por el gobierno. Nuestros políticos debieran interiorizarse y aprender de esa experiencia, sobre todo por el retroceso y frustración que hoy experimenta ese pueblo.
Nuestro debate público está marcado por la expresión de nuevas necesidades y demandas sociales, muchas de ellas de indudable justicia, las que deben ser abordadas por el Gobierno, pero aquí está el dilema de cómo avanzar en la satisfacción de esas demandas con responsabilidad; es decir, sin que perdamos el foco de la importancia del crecimiento y de la creación de empleo, que son las verdaderas condiciones en las cuales las personas pueden tomar control de sus vidas y alcanzar el bienestar que ellos y sus familias necesitan.
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