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martes, 25 de octubre de 2011

Binominal, por Adolfo Ibáñez.


Binominal,

por Adolfo Ibáñez.





El binominal la lleva. Todos los políticos lo denuncian. ¡Cómo no! ¡Si es el culpable de todos los males del país! Nuevamente un asunto complejo ha sido transformado en consigna. Con el agravante de que hoy todos lo culpan de males tan monstruosos como vagos.



Un poco de historia. El sistema fue delineado durante el gobierno militar, ¡la horrenda dictadura!, para no recaer en la irresponsabilidad anterior que había llevado al país de tumbo en tumbo. Se buscó el equilibrio entre mayorías y minorías para asegurar la estabilidad e impedir los quiebres con cada nuevo gobierno.



Los senadores institucionales fueron su complemento. Mientras existieron, se debió recurrir a los consensos. Su supresión fue el primer zarpazo para volver al monopolio de los políticos. El segundo lo constituyó el reemplazo de las vacantes en el Congreso: una oscura e inconfesable reforma que impuso la dictadura de los partidos.



El binominal obliga a un número pequeño de candidatos. Hace 20 años provocó escozor porque complicó la confección de las plantillas electorales. Luego, los que conquistaron plazas parlamentarias se acomodaron y se acabó el tema. Hoy se necesitan más candidatos y más parlamentarios para cumplir con los oscuros compromisos partidistas que comprometen a todos por igual. Tampoco interesa mantener la numerosa representación regional, porque en la política el centralismo ha llegado a los peores extremos.



Desaparecieron los institucionales y comenzó el fraccionamiento de los partidos. Cuando desaparezca el binominal regresará la inestabilidad de las coaliciones, seguida del triunfo de las posturas extremas que ya se dejan ver. Los nada edificantes espectáculos que ofrecen la Alianza y la Concertación actualmente están acotados aún por el marco de disciplina que impone el sistema actual.



Entretanto, hay millones de jóvenes (y no tan jóvenes) que no se han inscrito, dejando congelado y envejecido al registro electoral. Y los políticos no paran de sacar cuentas de si les conviene o no la inscripción automática. El sistema está enfermo no por sus mecánicas, sino porque la política sigue enredada en añejeces y no logra plantear ideas audaces pero realizables, con miras a superar abstracciones como "masas" y "estructuras" que cierran las posibilidades para la responsabilidad y los compromisos de las personas. Se necesita activar las potencialidades de cada uno, para descubrir que el camino del futuro radica en la fortaleza de la relación con los demás.

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