Promocione esta página...

viernes, 15 de julio de 2011

Pinochet educó a la Concertación, por Gonzalo Rojas Sánchez.


Pinochet educó a la Concertación,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

Pudo perfectamente suceder que el Presidente Aylwin se hubiese encontrado en marzo de 1990 con las ocho universidades intervenidas desde octubre de 1973, sin que se hubiese intentado reforma alguna en ellas durante esos 16 años y medio.





En ese caso, se habría acusado al Presidente Pinochet de no haber hecho nada de nada por la educación superior. Ignorante, elitista: es lo menos que se le habría dicho.





Pero, al asumir la Concertación, la realidad era justamente la contraria: Aylwin recibió una estructura enteramente diferente de la que Frei Montalva y Allende habían consagrado en materia universitaria.





Pinochet, como en tantas otras cosas, les había hecho la revolución de verdad: había roto con monopolios y prebendas, con estrecheces y gigantismos, y había colocado a la educación superior en coordenadas completamente novedosas: apertura, diversificación, competencia, excelencia.





En octubre de 1974 había sostenido que era necesario "reorientar la vida universitaria al papel que le corresponda dentro de la sociedad", y con los DFL de 1980 y 1981 cumplió su propósito. "La posibilidad de crear nuevas universidades, institutos profesionales o centros de formación técnica... aumentará apreciablemente las alternativas para los egresados de la enseñanza media (y) permitirá en el futuro la conformación de un sistema más amplio, dinámico y eficiente, con mayor participación del sector privado en la formación de los recursos humanos que Chile irá requiriendo", afirmó poco después.





Pero ¿y si el gobierno de Pinochet no hubiera hecho los más profundos cambios universitarios de la historia de Chile? Muy sencillo: la Concertación se habría encontrado con estos pequeños problemas: cientos de miles de jóvenes chilenos sin posibilidad de vacantes en las únicas ocho corporaciones; miles de profesores universitarios sin estímulo alguno, inconscientes de una generalizada mediocridad por falta de competencia; sedes regionales totalmente dependientes de las decisiones tomadas centralizadamente en las universidades de tamaño gigante; cero diversificación en la oferta educativa entre las profesiones tradicionales y los oficios técnicos; miles de millones de pesos faltantes en educación superior, por la ausencia de nuevos privados en el rubro; docencia e investigación anquilosadas por la carencia de toda una nueva camada de posgraduados; infraestructuras anticuadas e incómodas, aunque de aspecto fiscal.





A la Concertación se le habría planteado entonces la disyuntiva de redimensionar a las dos universidades del Estado. No lo habría hecho, sin duda.





A la Concertación le habrían pedido las regiones la creación de entidades locales. Quizás habría duplicado esfuerzos, dilapidando recursos para no perder adhesiones políticas regionales.





A la Concertación la habrían presionado los empresarios clamando por técnicos de alto nivel. Entonces, hoy tendríamos un gigantesco, monopólico e ineficiente Instituto Tecnológico del Estado, con 94 sedes -hasta en Curepto, junto al famoso hospital.





A la Concertación la habrían arrinconado cientos de miles de jóvenes, que en vez de estar protestando en la calle, simplemente habrían estado... en la calle, carentes de toda perspectiva. Y quizás -como supuesta solución- se hubiese abierto entonces la universidad para todos, y tendríamos ahora unos ocho mil 500 alumnos en primer año de Derecho de la Chile.





A la Concertación le habrían faltado durante 20 años los miles de profesionales formados en nuevas entidades y que colaboraron lealmente con sus proyectos.





¿Será por todo eso que prefirió consolidar la institucionalidad de Pinochet?

No hay comentarios: