Ética y finanzas, el vínculo perdido,
por Karin Ebensperger.
La incertidumbre económica en tantos países -incluido EE.UU.- nos obliga a reflexionar sobre sus causas, entre las que está, me parece, la falta de ramos de filosofía y ética en las facultades de Economía. En una sociedad de libertades, el estudio del fundamento filosófico de ellas debiera ser central. Casos como la crisis subprime en EE.UU. en 2008, o La Polar en Chile, demuestran que se requiere volver a la esencia, a lo más básico, al sentido de las cosas.
Aristóteles decía que como nuestra naturaleza es social, y porque vivimos en comunidad, todos los días tomamos opciones éticas en la vida privada y en la política. Eso vale tanto para los operadores privados en La Polar o en Wall Street, como para los gobiernos al aplicar las políticas públicas. En cada uno de sus actos -que son realizados por personas concretas- se está respetando o burlando la fe pública. Abusar de ella trae desconfianza y el fracaso de las instituciones.
Recordemos que Adam Smith -al que sólo se menciona por sus estudios acerca del mercado- era profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow. Publicó estudios sobre ética, la que consideraba indisolublemente unida a la economía, pues de lo contrario -decía- ésta se aleja del bien común. Explicaba que "no es aceptable enriquecerse de cualquier forma, debe hacerse de manera legítima".
Sin principios como la honestidad, se rompe algo esencial en una economía libre: la confianza. Quienes ahorran, es decir millones de personas que desean asegurar su futuro y que aportan así el capital al sistema, empiezan a temer por sus depósitos. Sin confianza se reducen los recursos, viene el desempleo y cae el bienestar.
Todos conceptos olvidados cuando Goldman Sachs ayuda a maquillar el déficit griego, o en las mentiras de La Polar en Chile. Adam Smith jamás defendió la idea de una sociedad guiada por la moral del máximo beneficio al mínimo costo sin respeto por el ser humano. En su "Teoría de los Sentimientos Morales" aclaró que si bien las personas persiguen sus intereses, eso no puede constituirse en sinónimo de un egoísmo desenfrenado. Tal vez sería bueno que en las facultades de Economía se empiece a enseñar el aporte completo de Adam Smith, sus reflexiones sobre la solidaridad y la compasión. Para volver a considerar al ser humano en forma integral y no sólo como consumidor.
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