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jueves, 28 de julio de 2011

Empresarios: mucho cuidado, por Gonzalo Rojas Sánchez.



Empresarios: mucho cuidado,

por Gonzalo Rojas Sánchez.







Fue a finales de los años 90 que se instaló en Chile una idea falsa y perversa: todos los políticos son flojos y ladrones. Conseguir personas para esa actividad se fue haciendo cada vez más difícil, hasta el punto de que el actual gobierno escogió a sus principales colaboradores de entre quienes podían garantizar una gestión técnica de excelencia. Hasta hace poco, de políticos, era mejor ni hablar en la administración del Presidente Piñera.



Pero ahora se extiende por muchas partes otra idea, tan mentirosa como peligrosa: todos los empresarios son unos estafadores. Y no fue la Concertación la que difundió una imagen tan perversa. Uno de sus senadores propuso, es cierto, que se privara de la nacionalidad concedida por gracia a un notable emprendedor de origen extranjero. Pero ya se sabe que ese parlamentario no es la medida de la cordura.



La CUT, por supuesto, combatió a los empresarios durante los 20 años del reinado arco iris, pero apenas encontró apoyos en la coalición gobernante. Por algo se dijo que los empresarios amaban a Lagos. Y qué duda cabe de que muchos votaron por Frei, hombre de empresa durante importantes años de su vida.



También es cierto que en los últimos años los antisistémicos enfocaron buena parte de sus bombazos contra empresas transnacionales, contra el gran capital, contra la hidra globalizadora. Y así les ha ido: después de cada explosión, su acción destructora se ha percibido como más grotesca e inconducente.



Por eso, enfrentados sólo a la CUT y a los anarquistas, los empresarios quedaban siempre en aceptable posición. Con esos enemigos



Hasta que, por aquí y por allá, comenzaron a saltar los datos sobre aquella colusión o esa defraudación o esta negociación incompatible. Y desde unos pocos casos efectivos de negligencia o de dolo empresarial, se comenzó a extender la mancha de su creciente desprestigio.



¿Cabe alguna duda de que hoy la percepción, incluso desde el interior del propio Gobierno, es que todos los grandes empresarios -grupos económicos nacionales o empresas transnacionales- son sospechosos de malas prácticas y de egoísmos atávicos? (De paso, las pymes quedan santificadas, como si el pequeño empresario no llevara en la sangre la ilusión de agrandarse o, mala cosa, no pudiera abusar por el solo hecho de facturar poco.)



Esa mirada de sospecha, si llega a consolidarse, sería tan injusta como la que a veces proviene del mismo empresariado cuando les supone intenciones de populismo a ciertas medidas de la autoridad económica.



O sea, si no se quiere causar un gran daño a Chile, a la noción de emprendimiento, a la libertad económica y, por cierto, al electorado del Gobierno que cree en esos principios, empresarios y políticos tienen que sentarse en serio a conversar. Y, públicamente, porque si no -sorprendidos en nocturnidad-, se los acusará de conspiración. Quizás la Confederación y sus ramas no estén completamente conscientes del peligro que las acecha, precisamente porque las percepciones sutiles sobre los ambientes sociales escapan con frecuencia a la capacidad de análisis de quienes trabajan, casi exclusivamente, con los datos duros que arrojan los balances.



Por allá por 1920, la SNA reaccionó con energía frente al creciente deterioro de la imagen de los agricultores. Durante dos décadas, sus dirigentes trabajaron seriamente para mejorar sus propios comportamientos y obtener un adecuado reconocimiento a sus esfuerzos. Fue difícil, desgastador, pero necesario. Y eso que durante la mitad de esos 20 años, gobernó Chile Arturo Alessandri, a quien los emprendedores percibieron inicialmente como un hombre de derecha.

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