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lunes, 4 de julio de 2011

El final de Chávez, por Hernán Felipe Errázuriz.


El final de Chávez,

por Hernán Felipe Errázuriz.



El cáncer del Presidente Hugo Chávez es lamentable e impactará gravemente en Venezuela, pero no al resto del mundo: hace tiempo que Chávez perdió influencia fuera de su país. Antes, su respaldo y financiamiento eran decisivos para ser elegido Presidente en Latinoamérica, y se le temía. Ahora es irrelevante y contraproducente. Humala dio prueba de que sólo alejándose del Presidente bolivariano podía ganar. En Chile perdió el puñado de seguidores que lo defendía. Alguna vez estuve en un foro televisivo debatiendo con su entonces defensor, el senador Navarro, a quien no he visto que vuelva a homenajearlo.



El inaceptable autoritarismo del Presidente bolivariano, su derroche de la riqueza petrolera, la destrucción de las instituciones venezolanas y la miseria y opresión que ha impuesto a su pueblo no pueden ser modelo. Sus excentricidades terminaron siendo patéticas e irritantes, había que hacerlo callar en los foros internacionales, y sus intervenciones foráneas llegaron al extremo de apoyar al terrorismo de las FARC y a gobernantes repudiados universalmente. Muchos de ellos lo visitaron y a varios condecoró. Jaddafi instaló su carpa en la isla Margarita.



El problema de la enfermedad de Chávez será para los venezolanos. La maquinaria chavista está funcionando a todo vapor para recibirlo como a un hijo pródigo. Si se agravara su condición, habrá una sucesión endógena, con su hermano Adán, gobernador de Barinas, o con un militar dócil y fanático chavista. Es la parodia que han hecho sus aliados más cercanos: Fidel con Raúl Castro; Kim Il Sung con su hijo Kim Jong-Il, y éste con su nieto Kim Jong-Un; Jaddafi con su hijo Saif; Hafez al-Assad con su hijo Bashar al-Assad, y tantos otros.



Más complicado es que Chávez no tiene otro refugio que el agonizante régimen cubano, desde donde gobierna sin escrúpulos: sus aliados están en etapas terminales. Su aislamiento lo obligará a aferrarse al poder a cualquier costo, con su familia y círculo de hierro. Así lo hacen los presidentes de Siria y de Zimbabue, el propio Jaddafi y Ali Abdullah Saleh, de Yemen, que no tienen exilio posible. Antes, el pragmatismo permitió que, a pesar de los abusos y atrocidades cometidos, se exiliaran Idi Amin de Uganda, Somoza, Pérez Jiménez, Charles Taylor de Liberia y Mengistu de Etiopía, entre otros. Entonces, para evitar que la permanencia en el poder derivara en más opresión y violencia, se recordaba que el mundo no es perfecto y se favorecían salidas pacíficas en vez de la justicia. Con su regreso a Venezuela, Chávez ha decidido que su régimen luche hasta el final. Pueden ser años antes de que los sufridos venezolanos recuperen sus libertades y reconstruyan su economía e instituciones.

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