¿Más política o más sociedad?,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
La mirada de los partidarios del Gobierno ha estado centrada en el cambio de gabinete. Unos habrán quedado más contentos que otros, mientras que, sin duda, hay un tercer grupo que, cuando oyó la noticia, entró en depresión terminal. Pero hay algo que los une a todos. En ellos resuena como estribillo la afirmación del confirmado ministro del Interior: los problemas de la política se solucionan con más política.
Todos saben que eso suena bien, pero, practicado a fondo, resulta mal, porque la doctrina correcta en la derecha es que los problemas de la política se solucionan con más sociedad y con algo -con lo que se pueda- de mejor política.
Más sociedad: es lo que el Partido Comunista ha tenido claro desde el comienzo de todo el proceso de movilización que ha desatado. Sus diputados -la cara política- se han sumergido en tareas de apoyo poco visibles, mientras sus líderes juveniles y sindicales construyen desde el conflicto social la mejor plataforma para un futuro éxito que sea efectivamente político. Lo anuncia la presidenta de la FECh: "Queremos darle proyecciones políticas a este espacio, pues hay muchos otros temas que nos hacen converger con el resto de los actores sociales".
Como sucede siempre que hablan los comunistas, eso es ciento por ciento verdad, y ciento por ciento mentira. Verdad, porque para allá van a paso seguro. Tienen que institucionalizar, y hacerlo bien, porque los mundos anarquistas amenazan con comerles la vanguardia y desarticularles las estrategias. Lenin contra Bakunin, una vez más. Y mentira, porque lo que la estudiante anuncia sólo como un proyecto, en realidad lo han venido haciendo desde el primer minuto. Contra todos los que siempre consideran que los comunistas están fuera del curso de la historia, ellos, una vez más, demuestran lo mucho que son capaces de hacer con muy poco.
Al frente, el Gobierno y sus partidarios los observan y concluyen, entonces, que para enfrentarlos hay que hacer más política -un nuevo gabinete, un nuevo vocero, unos nichos protegidos para los presidenciables-, cuando lo que se necesita es justamente otra cosa.
Más sociedad: pero ¿dónde están los movimientos ciudadanos de inspiración gremialista, despolitizadora, que puedan impedir el festín que los comunistas y sus escuderos se dan -contando siempre con muy pocos votos- en las federaciones de estudiantes y en los sindicatos, en algunos colegios profesionales y desde las ONG?
Esos movimientos apenas se asoman por aquí o por allá. Teniendo un gran patrimonio, mucho para dar -claridad de los planteamientos de Jaime Guzmán, 45 años de historia, sólida formación- hacen muy poco: una que otra declaración, una que otra presencia en el debate aquel o en el blog tal, una carta al director por aquí o por allá. Poco, muy poco.
Los comunistas lo saben, porque conocen muy bien la historia, porque comparan y aprenden. Hace 40 años, sus proyectos políticos se enfrentaron con una muy activa base social que los rechazó organizada y valientemente. Hoy, al frente, en ese plano, el PC no percibe una organización contraria sólida y convencida. Lo que ve, más bien, es una masa amorfa de gobiernistas razonablemente confiados en que un nuevo gabinete los sacará del estado de marasmo social de los últimos meses.
Y, quizás, el nuevo gabinete, bajo la misma conducción, piense también así.
Otras fuerzas podrían recordarles a los chilenos, entonces, que si quieren vivir en un país humanizado, tendrán que reconstruir, gremio a gremio, una sociedad comprometida. Mientras eso no suceda, los comunistas se enfrentarán directamente al Gobierno y apuntarán a sus ministros. Ya le pegaron a uno.
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