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martes, 5 de julio de 2011

La dialéctica del movimiento estudiantil, por Eugenio Guzmán.


La dialéctica del movimiento estudiantil,

por Eugenio Guzmán.





Hasta ahora, si algo caracteriza al movimiento estudiantil, es la diversidad de rostros o expresiones que presenta. Si bien ello puede responder a la necesidad de aglutinar fuerzas políticas, a la larga puede terminar por transformarlo en todo lo que no quiere ser; a saber, un movimiento ideológico más que ciudadano, cuyo derrotero sean consignas como las del mayo francés, pero sin el sentido poético que éstas tenían: en vez del “seamos realistas, pidamos lo imposible”, las demandas por nacionalización del cobre, educación pública gratuita, eliminar la enseñanza municipal, etc.



Lo anterior se hace patente al examinar tres tensiones o contradicciones que desde ya se aprecian en el movimiento. En primer lugar, y la más reciente, la que apreciamos en la negativa de los dirigentes a que el tema sea trasladado al Congreso. En efecto, si lo que se busca es un debate más amplio, en el que intervengan distintos sectores políticos (comunistas, Concertación y Alianza), lo obvio es que el tema sea tratado a ese nivel. No obstante, los dirigentes insisten en que éste es un asunto que debe resolver el Gobierno. ¿Por qué? Tal vez porque se teme que el movimiento termine perdiendo fuerza. La verdad es que ello es posible, y se explica dada la naturaleza fragmentada del mismo movimiento: no existe un solo rostro negociador, sino muchos.



Una segunda tensión tiene que ver con quiénes son parte del movimiento. En efecto, uno de los socios más activos es el Colegio de Profesores. Se trata de un gremio que por años ha tenido un rol clave en la protesta pública demandando mejoras salariales, pero que frente a los temas de calidad de la educación ha sido renuente a reconocer su cuota de responsabilidad en el estado actual en que ella se encuentra. Lo paradójico es que existan estudiantes demandando calidad junto a quienes la lógica nos diría que algún rol habrán tenido en la formación de los secundarios. Es evidente que la responsabilidad no puede recaer totalmente sobre ellos; sin embargo, lo que podríamos haber esperado sería una disposición a abordar el tema. Recordemos que, según las cifras de la evaluación docente de 2010, el 2,6% obtuvo una calificación insatisfactoria y el 33,3% alcanzó el nivel básico (debilidades remediables), lo que, si bien puede tener muchas lecturas, es un resultado que debiera llamar a alguna preocupación.



Tercero, el movimiento aparece como una reivindicación de la educación superior pública, respecto de la que se demandan más recursos. Sin embargo, la disparidad de condiciones y financiamiento entre la educación pública y privada favorece a la primera. Esto es particularmente relevante si se considera que la proporción de estudiantes pertenecientes a la educación superior privada es casi el doble de la pública y que parte importante de dichos alumnos pertenecen a los sectores de menores recursos (institutos profesionales y centros de formación técnica). Lo paradójico es que el movimiento de esta manera se particulariza, o, lo que es lo mismo, pierde su carácter universal.



Por otra parte, desde un punto de vista de la estructura del movimiento, el que éste tenga múltiples interlocutores introduce una serie de dificultades en lo que respecta a las posibles soluciones del conflicto. Más aún, la existencia de una diversidad de intereses no necesariamente alineados hace más compleja la situación. Por lo pronto, per se, los intereses de la universidades no necesariamente coinciden con los del movimiento estudiantil; asimismo, no convergen con los de los estudiantes secundarios. A su vez, los intereses de las universidades al interior del propio Consejo de Rectores tampoco están totalmente alineados; de hecho, de haber alguna solución al conflicto, las ganancias no serán parejas. Más aún, el tiempo introduce un elemento de incertidumbre para aquellos que, si bien solidarizan con el movimiento, ciertamente éste los afecta: por ejemplo, los estudiantes de 4º medio.



En este contexto, es muy probable que el movimiento adquiera connotaciones más ideológicas que sectoriales, puesto que de ese modo es posible mantener ciertos niveles de cohesión. Pero, de ser así, parece poco probable que finalmente permita avanzar de modo efectivo en la solución de los problemas de la educación.

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