¿Conflictos de intereses o ataques políticos?,
por Eugenio Guzmán.
Las personas tienen historia (biografía) y en el curso de ella van formándose sus convicciones morales y asentando sus intereses. Así, por un lado, desde el momento que tenemos familia (padres, hijos, hermanos, etc.), amigos, trabajo y poseemos propiedad, es altamente que surjan conflictos de intereses, como consecuencia que tomamos decisiones que favorezcan algún ámbito en el que tenemos intereses. Ciertamente no todos graves, como salvar la vida de un hijo o propia a costa de la de otros, pero no pocas veces de gran importancia.
Por otro lado, las personas también tienen convicciones, las que en ocasiones pueden dar lugar a conflictos, sobre todo en política. En efecto, supongamos que un gobernante tiene la convicción de que el aborto es legítimo y es lo mejor para el país; sin embargo, sabe que la mayoría de sus socios políticos no piensan lo mismo e incluso tampoco la mayoría de los ciudadanos. Acaso ¿no se encuentra en un conflicto entre lo que es la responsabilidad política y la convicción, como ya hace un siglo lo planteara Max Weber? La verdad es que sí. ¿Qué tiene que hacer, entonces?
Ahora bien, una cosa es tener un conflicto de interés actual, producto de diversas actividades que se realizan, y otra es haberlo tenido en el pasado. Asimismo, una persona puede tener determinadas convicciones de lo que es correcto e incorrecto y eso no la inhabilita para la toma de decisiones públicas. Así, por ejemplo, los ateos no quedan inhabilitados para participar en la vida pública a pesar de que el 90% de los chilenos crean en Dios o participen de algún credo religioso. Por supuesto, un rector de una universidad confesional puede tener reparos, ciertamente legítimos, a que ellos (los ateos) impartan clases en la universidad que él dirige, puesto que se trata de una universidad confesional, y además que podría chocar con sus convicciones, pero eso nos los inhabilita per se.
En este sentido, las críticas en contra de Lavín y Larroulet por su participación en la formación de la UDD son claramente desproporcionadas y no queda otra cosa que leerlas en clave política; es decir, como un intento por deslegitimar su gestión. Por lo pronto, ambos contribuyeron, junto a otras personas, a desarrollar un proyecto exitoso que, en el lapso de 20 años y desde una región, llegó a ser una de las 10 universidades con mejores niveles promedio de PSU del país y con resultados en el examen médico nacional de los mejores del país, por nombrar un solo indicador.
Por otra parte, a ambos se les critica que mantienen conflictos de intereses no porque actualmente los tengan, sino porque fueron en el pasado parte del proyecto UDD, pero se olvida que los conflictos de intereses se prueban en las decisiones que se toman y no a priori en razón de la biografía de un individuo. Además, se olvida que ambos postergaron muchas otras actividades que ciertamente a profesionales de su talla les habrían otorgado mucho mayores logros económicos. Eso está fuera de toda duda, y negarlo sería de mala fe.
Cuando se señala que el ministro Lavín, por haber participado en la fundación de la UDD, no puede liderar la reforma de la educación superior, como lo ha expresado el rector de la universidad Finis Terrae, cabe preguntarse si acaso las personas no pueden comportarse sin atención a las actividades e intereses que tuvieron en el pasado como ciertamente esperamos que sea el caso del rector mencionado, o que es imposible que una persona anteponga sus convicciones morales por sobre sus intereses. La verdad es que la realidad es abundante en ejemplos de lo contrario; es decir, que ciudadanos y autoridades dejan de lado sus intereses en razón de convicciones arraigadas, en muchos casos precisamente porque los costos de no hacerlo o la irresponsabilidad que conlleva hacerlo puede tener consecuencias brutales.
Finalmente, se olvida que la política es precisamente una instancia de confrontación de convicciones e intereses diversos y que el debate, deliberación y finalmente la decisión electoral resuelven y no necesariamente es resorte de un solo individuo.
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