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viernes, 24 de junio de 2011

No se avanza al norte caminando al sur, por Sergio Melnick.


No se avanza al norte caminando al sur,

por Sergio Melnick.



Objetivamente, como país, estamos mejor que hace un año en casi cualquier índice. Nunca tanto como quisiéramos, que es la naturaleza humana, pero claramente mejorando. Como en toda sociedad, la mayor parte de los problemas no son nuevos, y son básicamente el resultado del manejo de las últimas 3 décadas o más. El tema de la energía no es algo que apareció ahora. El Transantiago o EFE, son una herencia lastimosa de Lagos-Bachelet. La educación es el resultado de los últimos 20 años. La contaminación ambiental es la de siempre. Los temas de pueblos originarios no son de ahora. ¿Qué es entonces lo nuevo que irrita tanto?


Es curiosa la situación. Hay ahora menos desempleo que en los últimos 10 años, hay 150.000 jóvenes más en la educación superior y un millón en total. Hay más inversión y proyectos, mejora la productividad y el precio del cobre está alto; se tramita el posnatal de seis meses, la reducción del 7% de los jubilados y el ingreso ético familiar, y se estudia un sistema de descentralización de colegios alternativo a los municipios. Va el voto voluntario. Hay 50 medidas en marcha para la productividad, se han acortado los trámites para las pymes, el consumo florece. La inflación está controlada, las colas Auge han disminuido radicalmente y empiezan luego a bajar las cirugías no Auge. Está disminuyendo el déficit fiscal del gobierno anterior. Además, ha habido que trabajar en la reconstrucción, que parece se les olvida a muchos. Se anuncia una reforma de la justicia civil, mejoras del sistema carcelario. La lucha contra la delincuencia es difícil, pero los indicadores mejoran. Ha disminuido la deuda de los hospitales, la minería florece. Nada indica señales de crisis, estancamiento ni algo cercano. Sin embargo, el clima político está enrarecido, enturbiado, tenso, irritado.


Hace un año y medio, y antes, las cosas estaban peor o menos buenas. En ningún caso estábamos mejor. Entonces, ¿por qué no había ese nivel de protesta? ¿De dónde viene tanta irritación política? ¿Qué es lo que ha cambiado tan radicalmente?


Para mí es más o menos claro. Por un lado, ya no está gobernando la Concertación. A la izquierda le resulta inaceptable que la derecha ostente el poder gubernamental; simplemente les irrita. Punto. Como si fuera un derecho que les pertenece a ellos. Como si tuvieran alguna superioridad moral. Por otra parte, la UDI tiene la sensación de que el Gobierno no representa adecuadamente sus posturas, quizás en particular en temas valóricos, como el matrimonio gay, y quizás algunas políticas económicas que considera demasiado asistencialistas, y al parecer está dispuesta a tirar el mantel si es necesario. La carta de los diputados fue una muy mala decisión y una advertencia. Un regalo para la agónica Concertación.


El Presidente está entonces en medio de dos fuegos y ésa es una situación compleja, en la que debe pensar muy profundamente.


La peor respuesta posible es tratar de comprar una salida, cediendo a las presiones, como se insinúa en las últimas propuestas de educación. El problema es político, no económico. La actuación de algunos rectores de universidades públicas ha sido simplemente lamentable, y quizá la mejor demostración de cómo se estarían manejando esas entidades. El presidente del Senado ha sido otro que ha actuado con enorme desatino, junto a algunos parlamentarios de izquierda. En la educación superior sí hay problemas, pero en ningún caso una crisis terminal. En lo esencial, para mejorar de verdad la escalera social, tenemos que pensar en cómo doblar el número de jóvenes en enseñanza superior, no en cómo reducirlo. Si seguimos las recomendaciones de los rectores públicos, los estudiantes de promedios medios quedarían todos fuera de la educación universitaria. Es el famoso lucro lo que ha abierto las oportunidades a los jóvenes.


Bueno, el Gobierno está efectivamente en una encrucijada. Lo que a mi juicio requiere el Presidente para enfrentarla es buscar en los cimientos de la gran sabiduría política, no en el populismo, ni menos en una confrontación innecesaria. La sabiduría proviene de la reflexión profunda. Como decía Carlos Castaneda, hay que saber “ver”, más que mirar.


La sabiduría es integración, no exclusión, y ésa debe ser la tónica de los caminos a seguir. Por cierto, es también un mensaje a toda la clase política, absolutamente desprestigiada de acuerdo a las encuestas, y que no está dando gobernabilidad adecuada. Basta ver la vergüenza del comportamiento de la Concertación en La Florida.


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