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viernes, 17 de junio de 2011

¿Avergonzados de lo que construyeron?, por Roberto Ampuero.


¿Avergonzados de lo que construyeron?,

por Roberto Ampuero.

Sin duda, parte de las turbulencias sociales que sacuden a Chile se originan en demandas sociales insatisfechas, acumuladas por décadas. El rechazo ciudadano tanto a la Alianza como a la Concertación se debe a que sus partidos no interpretan a cabalidad a la sociedad o a que perdieron sintonía con parte de ella. Por un lado, reina la amnesia: se olvida quién estuvo al mando del país por décadas. Por otro, campea la impaciencia: las viejas demandas deben ser resueltas en el acto.



Todo indica que la actual configuración de partidos políticos es un corsé que impide la expresión de los considerables kilos adicionales que adquirió el país en los últimos 20 años. Supongo que es hora de encontrar formas -oxigenando a los partidos existentes, creando un sistema que no asfixie en la cuna a los nuevos- para que la ciudadanía se vea efectivamente representada en el menú de opciones políticas. No es sano para Chile que siga creciendo la asimetría entre las nuevas sensibilidades ciudadanas y las antiguas visiones de los partidos.



No se trata tan sólo de preguntarse por qué los partidos han perdido sintonía popular, sino también si emiten hoy señales para que uno pueda sintonizarlos al menos fugazmente. ¿Cuentan con ideas, propuestas, mística, mensajes, estímulos y banderas, o simplemente devinieron en cenáculos cerrados de políticos profesionales que se estructuran y reproducen lejos de la ciudadanía? Pregunto esto a quienes han representado tradicionalmente a los sectores mayoritarios en Chile.



Y lo pregunto, pues lo que diviso en nuestro espectro político es más bien -discúlpenme la rudeza- una derecha avergonzada, que pide disculpas por serlo, pese a que es de su sello y factura el modelo económico que trajo a Chile prosperidad inédita y lo colocó ad portas del desarrollo. Pero también veo una democracia cristiana avergonzada. En el mundo es de centroderecha, pero en casa, de centroizquierda. ¿A qué aspira en el Chile de hoy ese partido de otrora grandes líderes inspiradores y que marcó hitos en nuestra historia? ¿Y acaso no está avergonzada también nuestra socialdemocracia? Durante 20 años codirigió con éxito una transición política, pero hasta hoy aparece acomplejada de haber abandonado la bandera roja y el puño en alto, atribuyendo a diario a los demás las insuficiencias del modelo que consolidó, afirmando desde el poder que hubiese querido construir algo distinto. ¿Qué relato inspirador para el ciudadano puede surgir de actitudes avergonzadas?



Paradójicamente, el único sector que no sufre este complejo es la izquierda simpatizante del castrismo o chavismo. A diferencia de la derecha, el centro o la izquierda moderna, y pese a la estrepitosa caída del Muro de Berlín, la desaparición del mundo socialista y el fracaso de la revolución cubana, sigue proclamando con orgullo sus dogmas, como si su modelo fuese una utopía que jamás conquistó el poder y no hubiese sido defenestrado por los pueblos que lo vivieron.



Me temo que el modelo chileno, que es fruto de la democracia de los acuerdos, se quedó sin padres. Raro, porque el éxito tiene muchos padres, no así el fracaso. Ni los arquitectos ni administradores del modelo admirado en la región se hacen cargo de él. Por el contrario, hoy se ven disminuidos, apocados. Ni siquiera debaten con quienes proponen desde la calle alternativas puntuales. De pronto se avergüenzan de lo que hicieron e idealizan las manifestaciones callejeras, como si éstas fuesen más importantes que la representación democrática. De tanto pensar en cómo agradar al elector y no en qué conviene al país, ceden rápido ante las exigencias callejeras. Veo a estos sectores avergonzados, sin relato inspirador, concentrados en cupos y liderazgos personales, sin mística para contagiar a la población. En las sociedades surgen a veces vacíos de poder político y también vacíos ideológicos o programáticos. Por estos últimos se cuela a menudo el populismo.

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