Entre la historia y la ficción,
por Mario Montes.
Desde hace más de 20 años hemos sido testigos de una monstruosa falsificación de nuestra historia reciente, con la que se ha transformado en “héroes” a quienes destruyeron la convivencia nacional y demolieron nuestra Patria política, social, económica y moralmente.
El paralelo esta adulteración histórica, que podemos calificar como el gran cambiazo, ha convertido en villanos y ha criminalizado a quienes tuvieron la misión, ineludible por pertenecer a entidades jerarquizadas, de defender a la ciudadanía de un ataque terrorista gatillado desde el extranjero.
Es perfectamente posible que durante el Gobierno Militar hayan existidos abusos, pero en ningún caso estos fueron generalizados ni estuvieron desacoplados de una cruenta lucha antisubversiva que dejó víctimas en los dos bandos involucrados en el enfrentamiento civil.
Nadie pude discutir que el Gobierno de las Fuerzas Armadas reconstruyó el país ni que lo dotó de un sistema económico vigoroso, gracias al que centenares de millares de chilenos han dejado la pobreza, o que le dio una solida institucionalidad que todavía está vigente.
Las fuerzas de la mentira y la falacia cada cierto tiempo desentierran historias morbosas destinadas a obtener dividendos políticos, como el presunto asesinato de Frei Montalva, o el actual show del desentierro de Allende corriendo versiones descabelladas sobre un presunto asesinato.
Creemos que la molestia de la Senador Allende por el programa de TVN que intentó sembrar dudas sobre lo sucedido, inclusive recurriendo a peritos como Luis Ravanal, ex tatanólogo del SML, planteando teorías sin sustento y contrarias a lo que vieron los testigos, es plenamente justificada.
La Parlamentario Isabel Allende desecho el año 2008 la fantasiosa versión del médico forense Luis Ravanal, quien afirmó que la autopsia de Salvador Allende no es sustentable técnicamente y qué el ex presidente recibió dos impactos de bala ocasionados por armas diferentes.
No por hacer mucho ruido lograrán seguir doblándole la nariz a la verdad, pues, está claro que los pueblos que permiten la manipulación de su historia quedan, indefensos, propensos a repetirla, lo que les lleva a pagar nuevamente el costo de errores dolorosos.