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miércoles, 8 de junio de 2011

Adimark, terremoto y Tocopilla: perdemos todos, por Felipe Cubillos.


Adimark, terremoto y Tocopilla: perdemos todos,

por Felipe Cubillos.



La semana pasada, mientras visitábamos un campamento de mediaguas en Tocopilla, recibía por Twitter los resultados de la última encuesta Adimark. Los analistas estarán sacando miles de conclusiones, imaginando escenarios, definiendo estrategias y, sobre todo, elaborando brillantes cuñas comunicacionales: “Es cierto, a nosotros nos fue mal, pero a Uds. les fue peor”.



Creo que ése es el gran drama de la política en nuestro país, la obsesión por el juego de suma cero: “Si tú ganas, yo pierdo, y si yo gano, tú pierdes”.



Y mientras eso ocurría, la gente del campamento de Tocopilla, después de cuatro años viviendo en mediaguas, me contaba que no tenían ni agua caliente para los baños.



¿Por qué no se han podido hacer todavía las casas para la gente de Tocopilla?, se preguntarán ustedes. Pues bien, por la misma razón por la que demoran las del sur. No es un problema de mala voluntad de los funcionarios, tampoco de falta de recursos. Tan sólo es que la burocracia nos tiene jodidos. Ojo: no a nosotros, pero sí a los más humildes de nuestro país.



Empresas que se entusiasman con la gran demanda de casas a levantar, pero en el camino se encuentran con la enormidad de trámites que deben sortear para construir primero, y que les paguen después, terminan asfixiadas y posiblemente quebradas.



Les confieso que pensé hace un año que esta reconstrucción iba a ser una oportunidad no sólo para darles casas dignas a miles de chilenos que lo perdieron todo el 27 de febrero de 2010, sino que además íbamos a crear una nueva industria de exportación de soluciones habitacionales para el mundo. Más que mal, el mercado de gente sin casa asciende a 820 millones de personas.



Pero nos está ganando la batalla la burocracia. Nos la está ganando en Tocopilla y también en el sur, y son dos gobiernos distintos. Creo que ya es hora de que ambos bandos concuerden un nuevo modelo de cómo relacionarse, pues estamos perdiendo todos.



Y están perdiendo los que hoy no tienen casa. Es curioso nuestro país. Nos creemos los ingleses de Sudamérica y nos pasamos la película de que somos capaces de cumplir la infinidad de trámites que lenta e imperceptiblemente nos ha ido poniendo la burocracia.



Pues bien, cuando suceden las crisis y es necesario crear programas de ayuda, ahí recién nos damos cuenta de que la gente no tiene sus títulos de dominio en regla y que muchos comerciantes no tienen sus patentes o permisos a su nombre; por lo tanto, no pueden postular a los programas de ayuda estatal.



Después de lo que he visto en Tocopilla, voy a volver a insistir en una idea un poco revolucionaria para la cultura política chilena, que es subsidiar a la casa en vez del terreno.



Hay mucha gente en Chile que posee, por decirlo de alguna manera, un principio de derecho de propiedad, pero que, por diversas razones, no tiene un título perfecto. Pues bien, si esos títulos imperfectos sirven para sanear títulos, ¿qué tal si los usamos para que ahí instalen sus viviendas? En el caso del terremoto, bastaría un certificado de la municipalidad que acreditara que ahí vivía esa familia, para que se le entregara un voucher y pudiera comprar una casa. Además, les otorgaríamos un voucher adicional para que ellos se hicieran cargo de regularizar su propiedad y vieran lo del agua, luz, alcantarillado (hagamos que la gente también se ayude y que el Estado no asuma presuntuosamente toda la pega, cuando ya sabemos que solo no puede), y pagaríamos a las constructoras tras la aprobación de un equipo ad hoc, sin necesidad de la recepción por parte de la Dirección de Obras.



Estoy seguro de que ideas como éstas, u otras, es posible concordarlas entre Gobierno y oposición, sobre todo si se piensa que si las casas no se construyen, perdemos todos.



Reconozco que en los últimos meses se han tomado importantes medidas para agilizar procedimientos y pagos, pero todavía falta mucho. Da lo mismo qué autoridad corte la cinta en las inauguraciones. Lo único que importa es que haya casas para la gente. Y si queremos que ellas estén construidas para el próximo invierno, vamos a tener que apurar el tranco.



Le haría bien a la política ver a sus representantes trabajando todos juntos por resolver los problemas de las personas. En una de ésas, ¡todos suben en las próximas encuestas!


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