Larroulet versus Bachelet,
por Sergio Melnick.
Dos apellidos que en algo se parecen, pero son modelos que se diferencian en 180°. Cristián Larroulet ha afirmado que la agenda social de la actual administración es más profunda y eficaz que la de la ex Presidenta. Eso ha ocasionado enconadas reacciones de miembros de la oposición, pero sin demasiados fundamentos, más allá de tratar de mantener el capital político de una carta presidencial eventualmente salvadora del caos en que se encuentran.
Bachelet es ambigüedad, improvisación, discurso y emoción. Podría agregar simpatía. Larroulet es claridad conceptual, preparación, estudio, tolerancia y especialmente acción. También le agregaría simpatía. Se podría hacer un símil entre lo que fue Boeninger para la Concertación y lo que es Larroulet en este gobierno. Dos grandes personajes de la política nacional, ampliamente respetados por todos los sectores, y cuya contribución al país es innegable. Si yo tuviese que elegir la mejor carta presidencial de la Alianza, sería justamente Larroulet.
El nunca ha sido odiosillo ni agresivo; por ende, no es su estilo criticar infundadamente a nadie. ¿Por qué hace esta aseveración? Por una razón simple, pero no trivial: es verdad.
La ex Presidenta Bachelet efectivamente tiene mucha popularidad, pero sus resultados fueron mediocres. Ella, con Velasco, aumentó el presupuesto público más o menos en 50% en cuatro años. Algo inédito y que nunca había ocurrido antes en la misma Concertación. Hasta violó la regla del equilibrio fiscal inteligentemente diseñada en el gobierno de Lagos por Eyzaguirre.
Queda al haber de Bachelet básicamente una y media política importante: la reforma previsional y las salas cunas, de las que sabemos poco e imagino que deben tener enormes problemas de gestión y operación. Yo agregaría la gestión de la ministra Poblete en Vivienda, pero fue poco difundida, y las becas al extranjero inventadas por Foxley. Estas últimas, como fue habitual, con una gestión desastrosa.
Pero le quedan al debe una lista casi interminable de cosas y, al hacer el balance, da un rojo sin apelación. En crecimiento económico, nave madre en política social, el resultado es triste. Las tasas de desempleo promedio de su gobierno, altísimas. La inversión bajó, la productividad cayó año tras año. La mala gestión de recursos públicos tiene una lista muy larga de desatinos: Conadi, Chiledeportes, Sename, Cenabast, Enap, Efe, educación, hospitales. La pobreza con que terminó es más que con la que partió. Es verdad que hubo una crisis, pero si hubiese habido disminución de la pobreza por sus políticas, se hubiesen compensado. Bachelet agregó enfermedades al Auge, pero terminó con medio millón en lista de espera.
Lo cierto es que gastó mucho, habló mucho, encantó mucho, pero hizo muy poco.
Gabriel Ascencio dijo lo que muchos comentaban en voz baja: que “a la Presidenta le falta liderazgo, que existe un vacío de conducción, que la suma de errores, descoordinaciones y torpezas políticas genera creciente desaliento y desafección en el bloque” (El Mercurio, 20/11/2006).
¿Y qué ha pasado en un año de gobierno de Piñera? Justo lo contrario. Poco discurso, mucha acción y resultados. Las tasas de desempleo caen aceleradamente: la gran clave contra la pobreza. La inversión aumenta junto con la productividad, lo que es desarrollo futuro. Pero además se avanza en la idea del ingreso ético familiar, con subsidios directos en plata, y con incentivos a la escolaridad y salud. Se ha iniciado el camino a eliminar el 7% de salud de los jubilados más pobres, algo de lo que la Concertación habló, habló y habló. Se ha hecho cosas concretas en educación, con resultados inmediatos: mejoraron los puntajes de los futuros profesores. Salió la ley de la nueva institucionalidad. Las colas Auge bajaron drásticamente. Se avanza en el posnatal de 6 meses, algo de lo que la Concertación habló, habló, habló. Ha habido logros indiscutidos en disminución de la delincuencia. Incentivos tributarios a las pymes. También ha habido aumento de impuestos y un royalty a la minería. Hay una ley de incentivo al precontrato y la capacitación. Se impulsa el Ministerio de Desarrollo Social. Por primera vez se encara a fondo el problema de las cárceles. Los ministros hacen cuenta pública de sus actividades. Todo eso, en un solo año, muy difícil por el terremoto, los mineros, el mundial, el bicentenario y tantas cosas distractivas.
Larroulet sólo dijo la verdad, y ésta muchas veces duele.