Juan Pablo II vuelve a Chile,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Acostumbrado durante más de 35 años a enfrentarse a las tiranías nazi y soviética, Juan Pablo II después se paseó por el mundo, tan suelto de espíritu como pleno de entrega.
Profético y carismático, el Pontífice estuvo en Chile para advertirnos de otra grave amenaza, la que su continuador en la sede de Pedro ha llamado simplemente "la dictadura del relativismo".
Dentro de unos meses se cumplirán los 25 años de esa presencia entre nosotros, pero ya este domingo, desde la Roma eterna de su sepultura, desde el paraíso celestial donde Dios lo acoge, volverá a Chile para repetir incansablemente en la conciencia nacional todas y cada una de las exigencias que nos formuló.
Muchos, muchos, releerán sus discursos y homilías, recordarán sus miradas y gestos. Son -somos- los más obligados a no dejar pasar esta segunda visita en vano.
A otros, a quienes sin duda el personaje les molesta, su sentido de la tolerancia los podría llevar, al menos, a interesarse de nuevo por la más importante visita que haya recibido Chile jamás. Sí, porque así como en 1987 quisieron verlo para sacar dividendos de circunstancia, hoy él tiene todo el derecho de pasarles la cuenta, una cuenta pendiente.
El momento es, además, muy apropiado. Se acerca el 21 de mayo; se acerca el discurso presidencial; se acerca la sorda lucha entre unos y otros por los temitas de siempre, por la expresión de una impronta cristiana en el Gobierno o por su disolución en las exigencias del relativismo liberal.
¿Recordarán en palacio que Juan Pablo II les dijo a los políticos que "toda contribución al crecimiento global de Chile ha de inspirarse siempre en el respeto y la promoción de las ricas tradiciones cristianas con las que se siente identificada la mayoría de los chilenos?".
Es cierto que algunos de los que hoy promueven las uniones de hecho -los hombres de las dudas, los que ya no consideran esencial ni la indisolubilidad matrimonial- han olvidado hace tiempo la tremenda certeza de Juan Pablo II en Rodelillo: "No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio que destroza la familia, esteriliza el amor y destruye la acción educativa de los padres cristianos". Pero aún están a tiempo para rectificar; siempre se está a tiempo para reconocer que ese hombre sabía más.
Porque se les va a venir pronto otro desafío. Y entonces se van a topar con una nueva exigencia del coloso polaco: "Promoved siempre la vida, defendedla contra toda insidia, respetadla y hacedla respetar en todo momento", dijo ahí mismo. ¿Estarán a la altura?
Pero en contraste con esos políticos que han renunciado a su inspiración cristiana, Juan Pablo II podrá sentirse feliz al contemplar los notables frutos que ha dado un sector importante de la juventud chilena, esos que entonces y hoy han oído el verdadero alcance de su clamor: "¡Joven, levántate! Estás llamado a ser un buscador apasionado de la verdad, un cultivador incansable de la bondad...".
Son decenas de miles los que desde esa perspectiva han ensanchado y consolidado "una corriente de solidaridad que contribuya a asegurar el bien común: el pan, el techo, la salud, la dignidad, el respeto a todos los habitantes de Chile, prestando oídos a las necesidades de los que sufren", tal como lo pedía el Papa.
¿Y para los demás chilenos? El trabajo diario. Juan Pablo II recordaba que "el desafío que plantea hoy el trabajo humano no es sólo su organización externa, para que sea ejercido en condiciones verdaderamente humanas, sino sobre todo su transformación interior, para que sea realizado como una tarea diaria, con plenitud de sentido".
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