Borrascas desde el vecindario,
por Hernán Felipe Errázuriz.
Desafíos ineludibles enfrentan la diplomacia y la seguridad nacional. En los próximos años coincidirán el fallo de La Haya sobre la delimitación marítima con Perú y el plazo que fija la Constitución boliviana para revocar unilateralmente el Tratado de Paz y Limítrofe de 1904.
Sea o no elegido Ollanta Humala, su nacionalismo ha calado hondo: su partido ya es el principal del Perú, y ha dicho que fortalecerá a las Fuerzas Armadas, en las cuales fuera comandante.
En Bolivia, Evo Morales se ha radicalizado por las presiones populistas que él mismo desencadenó. Para contenerlas, ha recurrido a la reivindicación de territorios chilenos y, para mantener el poder y el orden interno desafiados, también deberá reforzar a los militares.
Paralelamente, en ambos países está aumentando en forma significativa el narcotráfico, con sus derivaciones al crimen organizado transfronterizo y al uso del territorio chileno para enviar drogas a terceros mercados y al consumo interno en Chile: según el informe de Naciones Unidas sobre narcotráfico, este año Perú podría pasar a constituirse en el principal productor de coca del mundo, y es creciente el tránsito por Chile de la coca boliviana.
Para manejar estas realidades, la diplomacia chilena está bien posicionada por la positiva exposición y participación que ha logrado Chile en la comunidad internacional: las tensiones vecinales trascenderán a otros territorios y foros. Para ello, la Cancillería tendrá que intensificar su papel coordinador del sector público, incluidas las FF.AA. Diversos gobiernos han debido asumir despropósitos de algunas dependencias del Estado que han complicado las relaciones vecinales. Asimismo, deberá desempeñar una función articuladora con los sectores políticos, de negocios y otros referentes nacionales que influyen en el campo internacional, de manera de que exista una misma posición, acorde con las políticas de Estado.
Chile tendrá que invertir para ampliar sus actividades internacionales y para defenderse de las amenazas externas. Y parecería que no lo está haciendo: hay la impresión de que se apunta a disminuir las seguridades en el financiamiento de las Fuerzas Armadas, y no se prevén mayores fondos para mejorar los medios de la Cancillería e instalar misiones en zonas en que estamos ausentes, como África subsahariana, Asia Central y el Báltico. Se dirá que son países poco relevantes, pero son muchos, con derecho a voto en los organismos multilaterales, y algunos con mayor crecimiento y gravitación que otros en los que tenemos embajadas.
Los tiempos que vienen no permiten el inmovilismo, las reacciones tardías, los recortes de fondos ni las improvisaciones internacionales: debemos estar preparados y bien dotados.