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sábado, 15 de mayo de 2010


El otro terremoto,

por Víctor Farías.


Hay un consenso generalizado en que pocos logros del nuevo gobierno son tan notables como el haber conseguido con rapidez que miles de niños hayan recuperado, al menos en parte, sus escuelas. Sus rostros felices y los de sus profesores han sido un regalo espiritual y material para todos nosotros.


Pero ahora que el ministro Lavín va a asumir su nueva tarea, la de erigir colegios de excelencia, cabe decir algo muy importante. Hay terremotos en que se derrumban casas y puentes. Esos los percibimos todos con horror. Pero hay otros: los terremotos invisibles y a veces imperceptibles a primera vista. Cuando en un país demasiados jóvenes no saben hablar ni leer ni escribir bien, cuando se hacen satanistas o drogadictos, cuando viven a medias con calmantes o se suicidan, cuando no pueden hablar con sus padres de la tierra o del cielo, entonces es que ha ocurrido algo terrible en el espíritu, un terremoto en el alma. Frente a una TV que parece hecha para descerebrados, ellos están solos. Muy solos. Incapaces de entender conceptualmente el mundo y de poder entendérselas con él y transformarlo.


Hay dos disciplinas fundamentales para que el ser humano pueda esforzarse en serlo: el arte y la filosofía. Sin ellas el alma se queda vacía y sin rumbo. Cuestionarse con seriedad si existe o no Dios y el alma, cuáles son las razones para esperar y sustentar una vida buena y feliz, exigir justicia y verdad, fundar el conocimiento y entender las razones y los caprichos de la historia, entender por qué la libertad es el fundamento de toda forma humana de vida, el sinsentido del crimen racista o totalitario, reflexionar acerca de todo esto es la primera condición para ser humanamente humano. Resulta, señor ministro, que, entre todas las humillaciones que hemos sufrido en el último tiempo, más allá de la corrupción y la torpeza, está el que se hayan mutilado brutalmente los programas de estudio, eliminando la filosofía y el arte. Esto —aceptado sin ninguna rebelión— no es solamente un presunto «apagón», sino un atentado peor que el estudio obligatorio de los nazis o la «dialéctica marxista-leninista» de las tiranías comunistas. Es dejar a los jóvenes sin ojos para examinar crítica y fundadamente los problemas esenciales del ser humano...


Todas las facultades e institutos en que se enseñan filosofía y arte debieran tomar la iniciativa de reaccionar ante el atropello y exigir el reintegro de ambas disciplinas como ramos obligatorios en los programas de estudio. En un excelente Congreso Nacional de Filosofía, celebrado hace poco, se tuvo consenso al respecto.


Señor ministro, no construya liceos de excelencia sin techo espiritual porque sabemos de su notable capacidad para hacer las cosas bien.


Después de haber enseñado cuarenta años en universidades europeas, es mi sueño poder enseñar filosofía a muchos Víctor Díaz y compartir con ellos y mis colegas una buena «zafrada» espiritual.