Con los ojos bien cerrados…,
por Hernán Felipe Errázuriz (*)
Difícil debe haber sido para el Presidente Piñera votar por Néstor Kirchner como secretario de la Unasur. Al sumarse al consenso, Piñera habrá cerrado los ojos y pensado en los superiores intereses de Chile. Close your eyes, open your legs and think of England (cierre sus ojos, abra las piernas y piense en Inglaterra), habría aconsejado la Reina Victoria a una dama de la Corte británica, acosada por un marido desagradable de un matrimonio por conveniencia.
En nuestro caso no había más opción que entregarse a ese descabellado nombramiento: estaba de por medio la relación entre los gobiernos de Chile y Argentina, y la Presidenta Bachelet ya se había comprometido con esa designación.
Eso no borra el hecho de que Kirchner siempre despreció a los chilenos: desconoció el tratado sobre gas con Chile y cortó el suministro a centenares de miles de hogares e industrias chilenas. Los inversionistas chilenos en Argentina sufrieron sus amenazas, moratorias y arbitrarios controles de precios. Antes se opuso al plebiscito convocado por el Presidente Alfonsín para aprobar el Tratado de Paz y Amistad que puso término al conflicto austral de 1978.
Tal vez pudo el Presidente chileno haberse ahorrado el desagrado, como los presidentes Uribe y García, que no asistieron a la entronización de Néstor y enviaron a sus cancilleres. Y con razón: el cargo exige dedicación exclusiva, pero el ex Mandatario argentino seguirá gobernando a su país y en campaña para reelegirse en la Presidencia. Tampoco se podría pensar a Kirchner como un factor de unidad. Son conocidos el rechazo que provoca en Argentina, su cercanía con Chávez y su enemistad con Uruguay: por dignidad debió haber declinado al cargo.
Pero hay que ser más optimistas. Unasur, bajo el mando de Kirchner, puede hundirse definitivamente. Sería lo conveniente. Latinoamérica tiene una profusión de organizaciones, muchas inútiles y redundantes: la OEA, CAN, SELA, Mercosur, Opanal y otras 10, con escasos aportes a la democracia, al desarrollo y la integración latinoamericana, y que cuestan millones de dólares anuales a cada país. Pero la culpa no es de los organismos ni de sus burócratas, sino de la falta de liderazgo de los presidentes y de sus débiles cancillerías, que no son capaces de reformarlas ni se resisten al vértigo de crear instituciones.
Han transcurrido más de tres años desde que los mandatarios sudamericanos acordaron la creación de la Unasur, y esa institución navega en la precariedad jurídica y práctica: su secretaría general estaba vacante desde sus inicios, ha sido un foro para insultos y desencuentros, y la mayoría de los países —Chile y Argentina incluidos— no logran que sus parlamentos ratifiquen el tratado constitutivo.
Con el nombramiento de Kirchner, el Congreso chileno tendrá una razón adicional para seguir postergando la aprobación y el financiamiento de la Unasur, que sólo Chávez sabe adónde va.
(*) Abogado, ex Canciller de Chile.