Tambores de guerra,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Hubo una época en que nuestros vecinos corrían las estacas en el sur, lo que le costó un señalado mártir al Cuerpo de Carabineros. Y es frecuente hacer lo mismo en la Araucanía: liberar territorio -afirman los líderes de la CAM.
Correr los límites, hacer avanzar los hechos más allá del derecho es una vieja táctica de los audaces. A veces lo hacen directamente en contra de la ley, comprobando que sus acciones punibles quedan intactas por culpa de la pasividad de quienes deberían iniciar procedimientos y pedir sanciones.
Los estudiantes más radicales lo practicaron durante el año que termina: lograron correr los límites de lo inaceptable hacia lo permisible, y ahora quieren presentar todas sus acciones futuras como supuestamente legítimas. Saben que el lenguaje utilizado en estos últimos ocho meses ha producido nuevos hechos políticos y sociales. Así, primero con palabras, han gestado un clima en el que casi cualquier cosa que se les ocurra promover parte con un piso de significativa aceptación. En esas coordenadas se mueven algunos de sus últimos anuncios.
Nos previenen de que van a generar una movilización que apueste por cambiar la institucionalidad del país y por modificar el sistema político, porque su disputa hoy ya no es gremial. Nos dicen que están disponibles para impulsar tomas y paros siempre que eso sirva... para ganar. ¿Ganarle a quién? Bueno, a sus adversarios, a sus enemigos, que así han decidido calificar al Gobierno y al Congreso.
Y que nadie se tome esos términos como mera retórica o simples bravuconadas. Los concretarán desde la FECh, desde la Feusach, desde numerosas federaciones de regiones, incluyendo por cierto a la de la P. Universidad Católica de Valparaíso, en cuya primera vuelta las dos candidaturas más duras -los Autónomos y La Corriente- obtuvieron en conjunto más del 66 por ciento de los sufragios.
Así como en esa universidad de la Iglesia las fronteras están ya ahogando su viabilidad, los límites generales del conflicto han sido corridos muy mucho hacia el interior de todo el sistema político.
¿Qué harán -qué haremos- el año próximo los ciudadanos que preferimos los mecanismos democráticos si nos vemos rodeados más de cerca por una movilización programada, eficaz y violenta?
Ante todo reconocer el estrechamiento del margen de maniobra. En segundo lugar, exigir del Gobierno y del Congreso el cumplimiento estricto de sus papeles institucionales.
Pero eso no basta. Si muchas veces se dijo durante este año que el supuesto movimiento social era en buena medida una aceitada maquinita digitada por éstos y por aquéllos, si muchos ámbitos de la vida nacional se vieron directamente afectados por quienes usaron la educación como pretexto -y ahora lo reconocen claramente como tal-, entonces cabe que las organizaciones sociales intermedias asuman un papel de custodios de sus propias esferas de actuación.
¿No es hora de que los colegios profesionales clamen por la libertad de trabajo afectada por las marchas? ¿No llegó el momento de unas federaciones de padres y apoderados firmes en la defensa de la libertad de enseñanza? ¿No es acaso imprescindible que los gremios de comerciantes protejan más claramente a sus afiliados? ¿Se quedarán pasivas las juntas de vecinos ante la invasión de sus barrios?
Cuarenta años atrás, el Comité Universitario del MIR nos anunciaba "la aplicación de una línea estratégica que busque el enfrentamiento de clases en el marco de una guerra civil". Eran más directos, más abiertos; sabían menos de táctica. Hoy, los tambores de guerra se tocan con palabras algo más sutiles, pero anarquistas y trotskistas preparan de modo análogo un 2012 con más anuncios que sorpresas.
2 comentarios:
Gonzalo: la supuesta guerra es de gente que sólo festejan eslógans aprendidos de sus padrinos políticos que sólo les dieron objetivos vacuos, sin fundamentos ni posibles salidas salvo las que se reproducen de manuales trasnochados. Son los "perros que ladran" según las palabras de Cervantes: La sabiduría popular ha demostrado time after time que en eso y sólo en eso se quedan.
Cesar, lamentablemente se juntan los recitadores de eslóganes con aquellos que quieren destruirlo todo, verlos como no dañinos puede ser una "cómada" manera de incentivar la fogata con la que quieren incendiar nuestro país.
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