Un cambio significativo de tendencia,
por Axel Buchheister.
No es para cantar victoria, pero se dibuja un escenario que le permite al gobierno asentar el liderazgo y ganar en adhesión.
La última encuesta Adimark ratificó la tendencia en relación a que se está revirtiendo la fuerte desaprobación ciudadana que sufría el gobierno. Nada para celebrar, como se dijo, pero un logro consistente y auspicioso.
La aprobación presidencial escaló en tres meses de 27% a 35%, mientras que el rechazo se moderó en ese lapso desde un 68% a 60%. Proyectando, el Presidente está ad portas de recuperar el apoyo natural, que sería el 40% que constituye la votación estable de la centroderecha. Más aún, subió en casi todos los atributos y sobre todo en los que importan. No sólo él mejoró, sino que también el gobierno, que consigue un 33% de aprobación, frente al 25% de hace un trimestre. A su turno, la gran mayoría de los ministros se potencia y ninguno baja.
En contraposición, la Concertación exhibe una aprobación de apenas 17%, que se compara desfavorablemente con el 29% de la Coalición por el Cambio. Por otra parte, la ciudadanía, si bien sigue prestando fuerte apoyo a las demandas estudiantiles, rechaza el modo como las expresan. Incluso el manejo del gobierno al respecto crece algo en aprobación y disminuye en rechazo. Las razones para todo lo anterior son varias. Ya el ministro del Interior, cuando pronosticó que venía una caída en el apoyo, invocó el factor estacional del invierno, que después se revierte en primavera; algo de eso hay. El análisis de Adimark incluye hechos específicos como el posnatal y el 7% de los jubilados. Pero lo principal parece estar en el cambio de actitud del propio gobierno, que de afanarse en consentir a los ciudadanos, se percató de que estaba perdiendo el control y la adhesión de sus partidarios sin haber capturado ni un solo voto en el campo contrario.
Tuvo entonces que empezar a poner límites y tomar decisiones contrarias a la opinión dominante, como escuchar al movimiento social, trasladando el debate sobre educación (el tema neurálgico), donde corresponde institucionalmente: el Congreso. La gente entonces ha sentido que hay un gobierno que fija un camino y que se sujeta a un marco, tipo de liderazgo que a la larga es rentable, porque puede resolver los problemas sin los riesgos inherentes a la ingobernabilidad, que han terminado por simbolizar los estudiantes.
La Concertación, por su parte, se somete a los movimientos sociales, entregando soporte a todo tipo de exigencias, cayendo incluso en el obstruccionismo, como sucedió por momentos en el debate presupuestario y está pasando en el reajuste del sector público. Por cierto, algunos lo hacen a regañadientes, agregando una imagen de incapacidad interna de ordenarse. Eso, sin entrar a detallar las múltiples incoherencias con los 20 años de ejercicio del poder. No son creíbles en el rol que se han asignado y el paupérrimo 17% lo atestigua.
No es para cantar victoria, pero se dibuja un escenario que le permite al gobierno asentar el liderazgo y ganar en adhesión. Y ya comprobó que ser condescendiente no es el negocio correcto. Por lo mismo, no se entiende que esté asumiendo el debate de la reforma tributaria, tema que nunca formó parte de las ideas con que llegó al poder. Pudiera estar cometiendo, una vez más, el error de permitir que la agenda la impongan otros.
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