Paradojas del movimiento estudiantil,
por Cristina Bitar.
El año 2011 sin duda estuvo marcado por el movimiento estudiantil, que puso a la educación en el centro del debate como nunca antes había estado y que llevó a que la discusión de la Ley de Presupuesto se enfocara en los recursos que se destinarán a esta área. Nadie rebate que nada de esto habría ocurrido si los jóvenes no hubieran salido a las calles y, desde ese punto de vista, ellos pueden reivindicar el éxito de su movimiento. Pero la verdad es que la lista de victorias empieza y termina con el hecho de haber puesto el tema en la agenda y lograr que se le asignara la prioridad que comentamos. Respecto de todo lo demás, la verdad es que el movimiento estudiantil no logró nada y cosechó fracaso tras fracaso en sus propuestas y en sus exigencias de negociación. Ya empiezan a verse, con la perspectiva del tiempo, algunos de sus errores más significativos, tales como haber impulsado medidas francamente excéntricas, como la renacionalización del cobre o que se les enviara a ellos el proyecto de Ley de Presupuesto antes que al Congreso.
Para 2012, el movimiento presenta nuevas caras en la dirigencia de las dos federaciones más grandes e influyentes, la FEUC y la FECH. En la primera, Noam Titelman tiene la dura tarea de continuar el legado de Giorgio Jackson, quien demostró ser uno de los más moderados —y a veces sensato— de los dirigentes de la CONFECH. Los estudiantes de la UC decidieron que su movimiento continuara a cargo de la misma línea de dirigencia, lo que se puede leer como una aprobación a una visión más pragmática, pero no por eso menos ideológica. En el caso de la FECH, la gran sorpresa la dio la derrota de Camila Vallejo, simbólica representante del movimiento. Su revés electoral da cuenta de la mala estrategia del Partido Comunista de presentarla a la reelección, así como de la imposibilidad de la izquierda de trabajar como un solo colectivo. Al final, la derrota de Vallejo significa una radicalización de la FECH, a la par de una significativa fragmentación del movimiento. Si 2011 no fue el año de los moderados, 2012 pareciera no serlo tampoco. Pero hay un cierto consenso en que el país está agotado de las protestas y de la violencia. Si los estudiantes pretenden plantear un 2012 basado en movilizaciones, lo que van a lograr es continuar minando su base de apoyo, en vez de avanzar en sus propuestas. Es decir, van a fracasar nuevamente, como lo hicieron este año.
Pero los jóvenes tienen una gran oportunidad, pues la educación no saldrá de la agenda y el desafío de ellos es cómo dar un paso que les permita evolucionar con el proceso político, legislativo y social en que este tema se desenvuelve. Hay coincidencia en que sería un gran error que pretendieran reeditar los paros y movilizaciones, pues el país da esa etapa por bastante superada, y la violencia inevitablemente asociada a cada movilización terminó erosionando su apoyo y convocatoria.
El incremento de los beneficios económicos a la educación es de tal magnitud, que serán cientos de miles los jóvenes —estudiantes actuales y egresados— que recibirán directamente los beneficios. Eso claramente cambiará el clima de la opinión pública. En este escenario, una posición ideologizada y maximalista que pretenda reformas estructurales no tendrá eco; en cambio, se ve un amplio espacio para entrar en la discusión de la calidad y la equidad del sistema educacional. Es inevitable hacerse cargo de que una desproporción en la asignación de los recursos a la educación terciaria es regresiva; que la educación privada es una realidad que ha traído grandes beneficios y de la que tenemos que hacernos cargo como algo que llegó para quedarse; que nuestro sistema de acreditación requiere urgentes y profundos cambios; que el CRUCH responde a una realidad superada; que las universidades estatales requieren normas de administración más flexibles y mayor grado de accountability, y así un largo etcétera. Los jóvenes tienen mucho que decir en cada uno de estos temas. 2011 ya fue un año en que se dio la paradoja de que los jóvenes pusieron el tema pero no lograron influir en las decisiones; ojalá 2012 no sea el año en que queden definitivamente fuera de lo que ellos mismos iniciaron, sino que sean parte del proceso de avance hacia la calidad y la equidad en la educación.
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