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viernes, 23 de diciembre de 2011

Navidad, paz y consuelo, por Luis Eugenio Silva.




Navidad, paz y consuelo, 
por Luis Eugenio Silva.




En el ambiente navideño, escribo mi columna mensual percibiendo una extraña sensación de paz y desconsuelo. ¿Contradicción espiritual? Los pecados públicos de la Iglesia y los presumibles delitos que acarrean justifican mi estado de ánimo. Pero, por sobre el desconsuelo, la paz se abre camino, ya que el que cree “sabe” que una fuerza superior anima a la Iglesia, conservándola y renovándola en su deambular por la única historia del hombre, con sus períodos de triunfo y gozo, como también en sus decadencias y caídas. Así han transcurrido estos veintiún siglos.



La fe, en Navidad, se centra en un Niño cuya obra y acción salvadora son celebradas en alegría y gozo. Es el abajamiento de Dios en la humana naturaleza lo que trae la paz y su fruto, la alegría, al corazón creyente, y por consecuencia lleva al ser humano a salir de su soledad para compartir el regalo divino, regalando a su vez a los suyos su amor.



La fe traspasa los umbrales de la poderosa razón y penetra en el misterio del más allá, que sorpresivamente se hace más acá.



En medio de un mundo que naturaliza la Navidad y la hace una carrera de compras y agitación, el milagro de la fe permite vivir en la esperanza de una vida mejor, donde el amor reine, y en la certeza de que esta forma de vida, al unirla Dios en la humanidad de Cristo, no se acabará.



La paz cubre entonces al creyente y lo hace consciente de que debe entregarse a la acción por el bien, el amor y la justicia, pues así se lo pide el Niño de Belén. En este clima, sin embargo se desliza también el mal en las diversas formas del egoísmo, pues, como afirmó Pablo, hacemos el mal que no queremos, misteriosa inconsecuencia humana, que debe ser combatida.



Durante el período navideño, la paz que se nos regala debe encontrar en el corazón un amplio espacio, para que, al difundirla, la comunidad toda de creyentes o no, pueda experimentarla en medio de los avatares del momento.



En esta Navidad, miremos una vez más a la Iglesia, que pasa, como sabemos, momentos críticos, con una renovada fe en Cristo, su Pastor, pues en esta noble institución es donde nace Jesús, quien derrama sus dones.



Chile tiene el testimonio de dos santos y dos beatos, pero en la historia la Iglesia en Chile ha sido, a pesar de sus fallas, un testimonio, como lo afirma en su última obra fray Gabriel Guarda O.S.B.



Bastaría recordar al cardenal Silva para ver la altura y generosidad de la Iglesia. Con él, han sido centenares los laicos, hombres y mujeres, así como sacerdotes y religiosos que han creído en el Niño de Belén y han dado su vida y energía en diversos modos de evangelización.



Pidamos a Dios en esta Navidad que cesen las desconfianzas, que se afirme la responsabilidad y la honradez en todos, que se perdonen los pecados y que todos nos dispongamos a vivir en la alegría y serenidad que trae la Navidad.

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