Funcionarios que funcionen,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
En el medio de la crisis de la ANEF, nos enfrentamos a la necesidad imperiosa de restablecer un vínculo de profundo servicio en la tan deteriorada relación entre administradores y ciudadanos.
Una situación como la que se vive en estos días puede permitir una seria reflexión sobre ese vínculo.
Porque le cabe a los funcionarios mirar a su tarea como un privilegio y no como una carga. El privilegio de solucionar problemas, desde los más menudos, hasta los más difíciles. Para eso, el nuevo administrador deberá aprender a superar dos obstáculos siempre presentes: el "no me corresponde a mí" y el "ya llegó la hora de comenzar a cerrar".
Por su parte, el ciudadano deberá esforzarse en tomar tres actitudes que facilitan enormemente el trabajo administrativo: averiguar bien a quién corresponde acudir, respetar los tiempos que los plazos y gestiones exigen y no considerarse siempre un caso especial y único.
¿Se imaginan una administración que atiende con interés y con diligencia a ciudadanos que piden con atingencia y paciencia? No sería un mundo feliz, sino simplemente un mundo normal.
Y, por cierto de entre esos administradores diligentes, surgirían también muchas vocaciones a la política, personas formadas desde la base en una mentalidad de servicio.
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