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martes, 14 de diciembre de 2010

Fin de año, por Eugenio Guzmán.


Fin de año,

por Eugenio Guzmán.



Sabemos, o al menos sospechamos, que pasados los próximos días las agendas cambiarán de manera significativa: Navidad y Año Nuevo hacen lo suyo, y ciertamente PSU, cierres de año, liquidaciones, etc., hacen el resto. Las próximas encuestas —entre ellas la CEP— generarán sus propias dinámicas y confirmarán muchas de las tendencias que ya se han estado observando el último tiempo. Es en este sentido que siempre es bueno hacer ciertos arqueos de la política a estas alturas.



Al respecto, la encuesta La Segunda-UDD publicada el viernes entrega algunos elementos que permiten tener más antecedentes sobre las áreas más sólidas y las más débiles del Gobierno, y que pueden estar contribuyendo al mejor o peor resultado de la evaluación general del mismo. En efecto, es importante distinguir temas que son de la agenda programática, tales como desempleo, delincuencia, crecimiento económico, educación y salud, y aquellos que podemos llamar coyunturales, como el terremoto-reconstrucción y el rescate de los mineros.



Veamos algunos datos. En materia de crecimiento económico, un 59% de los encuestados evalúa positivamente el desempeño del Gobierno (notas 5, 6 y 7); muy buena noticia, particularmente cuando este año prácticamente se duplicará el crecimiento de 2009. No obstante, cuando se evalúa desempleo, el resultado es menos alentador: en este caso el 40,6% asigna notas de 5 y más. ¿Dónde está el problema? ¿Cómo se explica esta divergencia? La verdad es que en el corto plazo ambos fenómenos no tienen por qué variar conjuntamente. Pero por otra parte, mirando más en profundidad los datos, descubrimos que entre quienes «aprueban el gobierno de Piñera», como es obvio, las evaluaciones positivas son mayores: un 71,5% lo hace en crecimiento económico. Sin embargo, no es el caso en desempleo, donde si bien un 55,4% de los partidarios lo califican positivamente, diríamos que el elástico o entusiasmo político no da para tanto como en crecimiento.



Veamos otros ejemplos: educación y salud. Mientras educación recibe una buena evaluación —un 52,2% asigna notas 5 o más—, en el caso de salud la situación es distinta: sólo el 35% evalúa positivamente. Nuevamente, podemos especular, pero se repite el mismo patrón y quienes dicen aprobar la gestión de Piñera, a la hora de evaluar salud, son más tímidos que en educación: un 49% evalúa con notas buenas y muy buenas la gestión del Gobierno en salud, versus un 69,5% en educación.



En este sentido, no se puede perder de vista lo obvio: que en algunos casos las cosas se han manejado y comunicado mejor que en otros, y en consecuencia la estrategia futura del Gobierno debe considerar estas debilidades.



Veamos qué pasa ahora con los temas coyunturales, aquellos que les han sobrevenido a las actuales autoridades. Primero, la evaluación que se hace del terremoto y la reconstrucción parece estar en un buen pie: 50,4% de notas positivas versus 32% de notas negativas. Más aún, entre quienes aprueban la gestión del Gobierno el porcentaje positivo se dispara a 72,3%. En el caso de los mineros, los resultados son explosivos: un 89% asigna buena nota, y sea quien sea el grupo, adherentes, no adherentes, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, la evaluación es positiva.



Esto último nos lleva a un tema importante de ser analizado: a pesar de los vaivenes en la popularidad presidencial —la que por lo demás, aunque ha variado bastante, sigue manteniéndose en nivel muy alto para un primer año— la capacidad del Gobierno de enfrentar desafíos coyunturales ha sido bien evaluada. Es decir, la gente estaría viendo respuestas adecuadas, eficientes y coherentes con este nuevo estilo.



Pero, ¿qué sucede con los temas programáticos? Ahí las cosas parecen más dispares; sin embargo, no hay razón para que el concepto de eficiencia y buen gobierno no siga siendo un derrotero. El problema, quiéralo o no el Gobierno, es que se trata de temas que necesita consensuar con la oposición, razón por la cual gran parte de lo que viene necesariamente requiere músculo político en el Congreso, partidos alineados y mucha colaboración. Todo ello hace crucial el ordenamiento interno y el avance externo hacia la Concertación.