Inmovilismo,
por Adolfo Ibáñez.
La ausencia de movimiento constituye un mal síntoma. Los jerarcas de la Concertación viven en el inmovilismo, a pesar de su empeño por presentarnos un torbellino de acciones a su alrededor. Para eludir explicaciones, se autodefinen como progresistas, expresión talismánica que los ubicaría sobre el bien y el mal. Recurren a este fraude semántico para parecer lo contrario de lo que son. Ellos necesitan verse en acción diariamente para afirmar sus egos.
Los constantes desplazamientos de la Presidenta le reportan altos niveles de aprobación, pero no aseguran mejor calidad de gestión. Se mueve por las regiones del país y por los diversos países del continente. Inaugura obras, visita organizaciones o asiste a las innumerables "cumbres" continentales que, por lo mismo, ya van en calidad de colinas o de valles. Al revés, habría que recordar que para administrar adecuadamente es preciso calentar la silla.
En definitiva, lo único cierto es que los problemas no se resuelven o se endosan a comisiones que los eternizan. O las decisiones apresuradas deben ser reestudiadas porque aparecieron imprevistos no considerados, o porque intervinieron en ellos personas inadecuadas, con lo cual esos temas continúan abiertos. Pero cuando se trata de implementar asuntos de enorme envergadura, la tentación de actuar rápido es irrefrenable, con el resultado que, normalmente, nos han llevado a una catástrofe.
Desde Laguna del Desierto, donde intervinieron personas incompetentes, hasta el Transantiago, pasando por EFE, los millones de Codelco y los del Ministerio de Educación, y el derroche en una salud y en una educación decrépitas, se acumula una larga lista de desaciertos que se originan en la necesidad de reflejar una activi- dad que no es otra cosa que el encubrimiento del más absoluto inmovilismo. Si los de arriba necesitan verse en movimiento para ocultarse de sí mismos, los de abajo saben que sus posibilidades de ascenso dependen de los actos de proselitismo (operadores políticos) que puedan exhibir, más que de sus dotes ejecutivas para hacer marchar los complejos mecanismos administrativos del aparato estatal.
Los progresistas se caracterizan por inmovilizar la vida política y al Estado. Los asuntos se eternizan o se mal resuelven. Así es como se transforman en problemas. Súbase al carro de avanzada y tendrá conversación segura sobre el fomento a las pymes, mientras espera el Transantiago con la seguridad de que el tren no se le irá.
(Tomado de Diario El Mercurio)