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viernes, 17 de abril de 2009

No me importa nada.



No me importa nada,
por Gonzalo Rojas Sánchez

Afuera, en Alameda con Portugal, hace ya media hora larga que las sirenas y los helicópteros están llamando la atención del universitario que trata de leer en su oficina. Daría la impresión -experiencia hay abundante para reconocer el sonido- que, además, están estallando unas lacrimógenas. En todo caso, aún no entra misil alguno a esta biblioteca personal.

O sea, estamos a salvo.

Esa es la reacción típica frente el conflicto evidente, pero ante el que nos hacemos indiferentes. Y cuando termina la batallita, pensamos: no me tocó, no me rozó siquiera, ergo, era de otros, o sea, no me importa, por lo tanto, lo olvido.

Así se atomiza una sociedad. Por cierto que no se puede vivir husmeando en cada esquina para ver si viene la CUT, o pasó la FENATS, o si el Colegio de profesores dijo pío o popó. Una piel tan fina ante la confrontación social se quema al calor de inútiles preocupaciones del minuto. Pero, en el otro extremo, una cubierta de acero que no permite ni ver, ni oír, ni oler, ni sentir problema alguno del país, deviene en autismo político.

Llega el marido por la tarde y le cae la pregunta femenina, a la hora de comida: ¿Supiste lo que pasó hoy en el centro? Y la respuesta masculina es lapidaria: no me interesa, me cargan los comunachos, hablemos de algo agradable. Los jóvenes hijos presentes (hmm: ojalá estén) se suman a la apatía paterna y la conversación deriva hacia el próximo concierto del grupo ése -de niños bonitos o de rockeros rebotados, lo mismo da- se comenta lo cara que están las entradas y la estúpida resistencia de los clubes de fútbol (afirma la niñita de 15) para prestarles la cancha del Nacional.

De la violencia en el centro, nada. ¿Problema de cota-mil como afirmó un columnista? No, problema de corazón-cero, porque la situación descrita se da en Maipú y en Lo Barnechea, en Providencia y en San Miguel.

Ahí viven chilenos bien diferentes, pero a casi todos se les está helando el corazón. Huyamos, huyamos, que mañana es viernes y nadie puede amargarse la vida una noche de jueves.

A mediodía, unos carabineros habían intentado recuperar el orden para un segmento de la ciudad. Ojalá no se les haya ocurrido hacerlo con energía: serán castigados por quien corresponda y el resto de sus compatriotas nos olvidaremos pronto de esa injusticia.