…Y la delincuencia bajó,
por Eugenio Guzmán.
Cuando hace un par de semanas escribí sobre el tema de la delincuencia, un amigo me llamó y me comentó que un honorable diputado había dicho por twitter que mi artículo demostraba que yo “no sabía nada del tema”. Como no estoy conectado a twitter y por el momento no estoy con tiempo ni tampoco disposición a hacerlo, le señalé que la juventud del honorable era probablemente la principal razón de su exabrupto y argumentación ad hominem (quienes conocen del tema saben de mis publicaciones, incluso aunque puedan no estar de acuerdo).
Bien, tal como lo aseveré en su oportunidad, lo esperable era que la tendencia a la baja en la victimización se mantuviera y 2010 terminara en niveles inferiores a 2009. Al respecto, las últimas cifras del índice Adimark-Paz Ciudadana así lo confirman. Las razones pueden ser múltiples, pero un hecho interesante es que el punto más álgido en la década fue 2004, produciéndose posteriormente una baja de 2,6 puntos porcentuales en 2005, la que se mantuvo prácticamente invariable hasta 2009, cuando vuelve a bajar nuevamente, sólo que esta vez 4,5 puntos porcentuales en relación a junio de 2009, aunque haciendo la salvedad de que se trata de distintos períodos estacionales.
Ciertamente muchos factores inciden actualmente: las señales de la autoridad, la confianza atribuida al Gobierno en esta materia, aumento de la población carcelaria, disminución del desempleo, aumentos de eficacia policial, etc.
No obstante, también podría pensarse que se trata de un ciclo, tal como ocurrió entre 1986 y 1988, y 1988 y 1991, al menos en lo que respecta a las tasa de denuncias de robos. Y en consecuencia podría volver a repetirse otro ciclo, después del cual las tasas seguirían aumentando. La verdad, es difícil saberlo. No obstante, el hecho de que el porcentaje de casos denunciados vengan subiendo indicaría que hay más confianza y, por lo tanto, lo que llamamos «cifra negra de delincuencia» (diferencia entre denuncia y delitos cometidos) sería menor y, en consecuencia, si éstas (las denuncias) se mantienen inalteradas o caen, entonces las cifras reales (delitos) disminuirían.
Lo cierto es que, cualquiera sea el caso, estos resultados constituyen buenas noticias para el Gobierno. Por lo pronto, hacen más factible la meta que se propuso la autoridad y, dado que la encuesta muestra que los índices de alto temor disminuyen, ello indica que al menos podría estar aumentando la credibilidad.
Sin embargo, existen dos desafíos. El primero tiene que ver, como ya lo he mencionado en otras oportunidades, con la comunicación de los logros en la materia. El segundo es seguir aumentando la confianza.
Ello no es tarea fácil. Por lo pronto, Chile se encuentra entre los países con niveles de confianza interpersonal más bajos del mundo (World Value Survey), superando sólo a países como Brasil, Perú o Ghana, y en contraste con Japón, Estados Unidos, Finlandia, Suecia o Noruega. De hecho, durante 2010 la Universidad del Desarrollo llevó a cabo dos encuestas sobre confianza y capital social en las regiones Metropolitana y VIII, teniendo como objetivo analizar los efectos en el tema del terremoto; la diferencia claramente no favorecía a Santiago, donde sólo el 6% de las personas señalaba que se podía confiar en la mayoría de las personas, versus el 16% que lo indicaba en Concepción.
Ahora bien, ¿por qué es importante la confianza interpersonal? La respuesta radica en que, mientras mayor sea ésta, mayor esperaríamos que sea la disposición a cooperar con los vecinos, incluido cooperar en la prevención y control de delito. Tan importante es aquello, que permitiría también una mayor colaboración con las policías. Y sin denuncias, sin información, los sistemas de control del crimen difícilmente funcionan.
Es en este sentido que el actual gobierno tiene una tarea muy valiosa que desarrollar al respecto. Se trata de uno de los pocos objetivos, junto con la reducción de la pobreza, que tienen un alcance transversal.